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Ahora que se debate sobre vacunación contra COVID-19 -y ahora es desde que se pedían pronto vacunas para protegernos contra el SARS-CoV-2 hasta que aparecieron y se atizó el movimiento anti-vacunas- vale la pena puntualizar algunos aspectos sobre vacunas, en general, con ejemplos particulares.

 

Cuando Edward Jenner descubrió la manera de proteger contra una devastadora enfermedad milenaria, la viruela, que producía, en el siglo XVIII en Europa, más de 400,000 muertes anuales y dejaba una tercera parte de los sobrevivientes, ciegos, nació la inmunología.  Entonces, se empezó una forma muy primitiva de vacunación, exponiendo a las personas a las secreciones de los “pox” o vesículas rotas de la viruela del ganado vacuno.  Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces.

 

¿Por qué vacunamos primero a los niños? 

Los niños son más susceptibles a las infecciones, a la gravedad de ellas y a la muerte que desencadenan (aunque la infección por SARS-CoV-2 nos ha enredado estos conceptos aplicados a nuestros pacientes pediátricos, pero bien puede ser que una respuesta inmunológica leve no desencadena, tampoco, una serie de otros eventos, dañinos o no). Aún cuando su sistema inmune existe, no se reactiva con la prontitud, con la facilidad y con la amplitud que lo hace en una persona competente o madura para estas lides y las enfermedades infecciosas suelen atacarles igual que a los adultos, pero con diferentes resultados, resultados más dolorosos. Una vez probada su eficacia y su seguridad, se estudian las dosis y el número de dosis requeridas y la mejor edad para iniciar esa protección, que bien es imperfecta sin estas consideraciones.

 

¿Por qué aplicamos unas vacunas al nacer, otras después de algunos meses y años de edad?

         “Apenas nace”.  Cuando una enfermedad seria no ha sido erradicada o es muy prevalente en una comunidad, como la tuberculosis en regiones muy pobres o abandonadas, del mundo, se aconseja vacunar inmediatamente el niño nace contra esa enfermedad.  Es el caso de la vacunación con la BCG.

Hay otra razón para iniciar la vacunación del niño “apenas nace”: cuando la enfermedad se la puede transmitir la madre por la leche materna.  Es el caso de aplicar la primera dosis de la vacuna contra la hepatitis B, aparte del hecho que esta enfermedad, cuando ocurre en los primeros años de vida, se traduce en 2 condiciones muy serias, varios años más adelante: hepatitis crónica y cáncer hepático.

 

Meses o años después.  Por ejemplo, la polio, la difteria, la tos ferina, el tétanos, las meningitis por bacterias como el Haemophylus inlfuenzae tipo B y el Diplococcus pneumoniae, son enfermedades tan prevalentes en las comunidades que atacarían a los niños desde muy temprano dejando muerte y secuelas horribles.  De allí la urgencia de vacunarlos contra estas enfermedades. Sin embargo, su sistema inmune no responde a una sola dosis, como podría ser si se vacunaran a la edad adulta.  Por ello, se dispone vacunarles lo más temprano posible, pero con varias dosis y con varios refuerzos (adelante hago la diferencia de estos términos que usamos indistintamente, sin darnos cuenta, pero que tienen significados distintos).

Para otras enfermedades, por ejemplo, el sarampión, la rubeola y las paperas, tampoco el niño recién nacido produciría buena respuesta de protección con las vacunas existentes.  Sin embargo, para estas enfermedades de alta prevalencia en la comunidad, por lo que la mayoría de las mamás ya las han sufrido y ya se han vacunado en edades previas, la vacuna contra ellas, conocida como MMR, por sus siglas en inglés o Triple viral, en nuestros países, se aplica bajo otras consideraciones.  La mujer embarazada transfiere anticuerpos contra estas enfermedades y los niños están protegidos hasta los 15 meses de edad o algo más.  Por ello, esa vacuna se aplica al año de edad o a los 15 meses de edad.

 

¿Qué son dosis y qué son refuerzos?

Es importante señalar algo que pareciera fuera un asunto de semántica pero que tiene una connotación diferente en vacunología.  La vacunación se logra cuando el individuo recibió la vacuna de forma completa. La seria que completa una vacunación depende de la vacuna que se aplica y de a quién se aplica.

El número de dosis obedece al resultado de los ensayos clínicos que la ciencia lleva a cabo para determinar el grado de protección que una vacunación induce o produce y, no menos importante, a las condiciones regionales de donde se aplican, condiciones que no se divorcian de otras, como las epidemiológicas, las económicas y las sociales, donde la equidad es puntal que no podemos ignorar.

Para hacerlo sencillo: mientras nosotros completamos la vacunación contra el neumococo o Diplococcus pneumonia con 3 dosis al final del primer año de vida, en otros países no se habla de vacunación completa hasta no recibir 4 dosis en el primer año, asumiendo que en los primeros 6 meses de vida se han recibido 3 dosis.  La vacunación contra la hepatitis B, que se inició en el 1er día de vida en muchos hospitales, no está completa y no se puede decir que ese niño está “vacunado contra la hepatitis B” si no ha recibido un total de 3 dosis de la vacuna al 6º mes de vida.

La dosis se refiere al número de veces que hay que recibir el mismo biológico de una vacunación para considerar a la persona vacunada: con protección suficiente para no enfermar, para enfermar levemente o para no morir por la infección.   La aplicación de esta dosis, mejora el nivel de protección producido por la dosis primera y tiene un tiempo para darse, que es vital para cumplir con el concepto de “vacunado”. Un refuerzo es una dosis extra de la vacuna, que se considera necesario dar, para superar la disminución biológica de la protección después de algún tiempo de completada la vacunación, usualmente años, o en situaciones de probada pérdida de protección en el tiempo.  La aplicación de este biológico, potencia la respuesta inmunológica llevando los niveles de anticuerpos a lugares superiores y eficientes. Por ejemplo, volviendo a la vacuna MMR, la 2ª dosis que se da a los 5 años de vida, es un refuerzo de la vacuna que se dio a los 15 meses de edad; la vacuna de Tdap (tétanos, difteria y tos ferina acelular del adulto) que se da a la mujer embarazada después de la semana 26 del embarazo, y con cada embarazo nuevo, es un refuerzo de la vacunación con Tdap que se dio después de los 10 años de edad.

 

¿Vacunar contra COVID-19 a los niños menores de 5 años?

Una vez se conozcan la seguridad y la eficacia de la dosis individual (volumen y concentración del antígeno a inyectarse) y del número de dosis para considerar al niño vacunado, yo favorezco la vacunación contra COVID-19 en ellos, como (1) favorezco la vacunación de todos los niños contra las enfermedades infecciosas para las cuales hay vacunas de probada eficacia y protección; (2) he favorecido la vacunación contra COVID-19 con cualesquiera de las vacunas aprobadas por su eficacia y seguridad contra COVID-19. (3) Habrá sus excepciones, como las hay para todas las vacunas que siempre he aplicado a mis pacientes: no aprobación para su aplicación por sus padres (que lo dejo señalado en la cuadrícula del niño), conocida reacción anafiláctica previamente consignada, (5) condición inmunológica particular, o (6) enfermedad crónica debilitante y/o su manejo médico, que sea una contraindicación para vacunar.

 

 

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