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“Tengo en el corazón un reptil que me araña

Tratando de volver a sus piedras azules”. 

 

 

Como dice su autor, el granadino Fernando Valverde, “la poesía es una de las pocas formas posibles de establecer un vínculo entre lo real y lo extraordinario…El esfuerzo del poeta no consiste en levantar una arquitectura que podamos admirar todos, sino un camino que podamos cruzar, un lugar habitable.”

 

Ese reptil es la desesperanza y las piedras azules, la depresión que, un mal día si existen buenos,  emerge para desembocar en el último daño a la vida. Una vida que dejó de ser deseable, útil, válida, respetable, amable, recíproca en expectativas y arquitecto de sueños.

 

Las estadísticas sobre el suicidio nunca serán precisas, nunca revelarán otra cosa que no sea la estigmatizaciónalrededor de la salud mental y las enfermedades que la sociedad ha construido, como otras costosas y detestables construcciones sociales.  Mientras se oculte, se esconda, se haga invisible incluso al ser humano lastimado y sus orígenes, mientras se castigue con el reproche y el juicio severo y equívoco, por ignorancia o por miedo de afrontarlo, la misma sociedad que alberga el útero donde la enfermedad se gesta, la parirá.  Y las cifras estadísticas serán el mínimo menor computable, siempre una subestimación.  Pero hay que conocerlas y, todavía, la magnitud del problema será incuestionable, desgarradora la información al punto de hacernos  creer que somos impotentes para evitarlas.

 

 

Cuando pedimos que “Rompamos el Silencio”estamos diciéndolo a todos nosotros, no solamente a quien se siente deprimido o a aquel que no le encuentra sentido a su vida ni a su protección.  Rompamos el silencio es decirle al enfermo que en la familia corre la depresión como otras enfermedades mentales y el suicidio. Rompamos el silencio es decirle a quien lo ha pensado y lo ha planeado que no vamos a guardar el secreto, que vamos a buscar juntos la razón, el remedio y la felicidad de la sanación.  Es decirle a su familia y a sus amigos, a sus maestros y a sus médicos, que a la enfermedad mental no hay que tenerle dolor ni vergüenza sino confrontarla a la luz del día.

 

El suicidio es la enfermedad de la desesperanzade una semilla marcada en su material genético pero ofrecida al sacrificio desde la crianza del niño, la concepción de la familia, la pobre observación de la solidaridad y un amor tan desprendido, que vuela como cometa con hilo reventado lejos, muy lejos para no ser alcanzada ni sus vuelos disfrutados; y, que florece como rosa negra en un ambiente poco amable o de ninguna amabilidad.

 

 

¿Cuánta expectativa puede llenar el útero ocupado por un hijo?

 

¿Nos hemos preguntado por qué tanto queremos un hijo varón y no una niña –o viceversa-, en lugar de un hijo entre nosotros, desde que lo empezamos a buscar?  ¿Será que si no es lo que queremos, esa desilusión se oculta en nuestros corazones para el resto de una vida pero se asoma a cada rato y solo le trae obstáculos a ese hijo?  ¿Será que lo concebimos para tener un rehén para otros objetivos ajenos a su felicidad? O, ¿ese hijo o esa hija llegaron desde el amor de una pareja y por amor?  Y no solo hablo de la pareja heterosexual –donde están la mayoría de los hijos no deseados- y no solo de la familia tradicional y la menos funcional. Lo que haya estado cociéndose entre brazas y abrazos marcará nuestra relación como padres con esos hijos.

 

Yo siempre le llamo la atención a los padres de mis pacientes pequeños, desde los primeros añitos escolares o, incluso los preescolares, ¿le preguntaste qué quiere, o solo responde a lo que tú quieres?  Los niños desde muy pequeños saben lo que quieren.  Definitivamente que no es subordinado a lo que quieren los padres, porque la mayoría de los padres no sabemos siquiera con qué opciones los niños cuentan.

 

Pero, los mandamos a clases de natación a los 2 años porque eso está de moda, como si el niño tuviera capacidad de nadar para no ahogarse a esa edad, y ni siquiera le enseñamos a divertirse con el agua porque ahora hay una disciplina que aprender.  Van a la escuela a los 2, 3, 4 y 5 años y los maestros quieren que entren controlando los esfínteres porque no hay quien los cuide cuando se orinan o defecan, no hay quien los limpie con amor y entusiasmo, no hay quien les dedique tiempo a manejar el final de esas funciones fisiológicas.  Y que conozcan los colores y los números y no se equivoquen y que lean palabras y oraciones para ser “mejores” a los 5 años de edad. Y desde los primeros años de la escuela primaria solo se les enseña que las notas solo tienen un número válido, el 5, y las respuestas no se cuestionan sino que se aprenden de memoria.  Y si esto no funciona, no  es porque el padre o la madre no se sentaron en casa a enseñarles. Y si esto no funciona hay que contratarles una maestra que les hurten horas de diversión después de las clases, en sus casas.  Y si su comportamiento escolar es inquieto, en lugar de descubrir una rebeldía o un llamado de auxilio del niño que no conoce a sus padres ni los huele ni los siente o, siente demasiado a sus maestros y los ruidos que salen de las bocas de estos, entonces hay que mandarlos a la escuela con la tutora que se siente en la última banca de las clases, con una mirada incisiva que ni tiembla, solo tiembla el niño o la niña.  ¿Qué creemos que saldrá de este cascarón quebrado?

 

Y, no creo que les sea ajena la imagen del niño de meses sentado como sea frente a un televisor “viendo programas para niños”, “oyendo a Mozart”, mientras su mamá o su papá trabajan y las nanas conversan.  Es la forma digitalizada y bidimensional de llenar el espacio tridimensional y cálidos que los niños necesitan para crecer con seguridad: los rostros y las manos y los brazos de sus padres.  Pero, no hay tiempo para eso.  Y antes que sus pediatras tengan uno, ya ellos a los 6-7 años tiene un iPad, no cualquier pantalla; y un iPhone de última generación, no cualquier teléfono. Ya a los padres no les importa que los tiren al suelo y los rompan, se reemplazan.  Ya no les importa que entren a espacios en las redes donde la curiosidad los irá adentrando para encontrarse con toda clase de material.  Y qué orgullo verlos “cómo manejan de diestros estos productos electrónicos”, cuando son pésimos: egoístas, violentos, agresivos, matones en las relaciones con otros niños y niñas, o, incluso de personas mayores.  ¿Qué creemos que saldrá de esta fábrica humana?

 

Y ya podemos sentarnos en las mesas con ellos, aunque sea en una sola de las comidas del día: la cena.  Así esperamos a papá que regresa del trabajo. Pero resulta que no deja el trabajo en su casa y que nadie conversa entre ellos, pero conversan.  Son conversaciones diversas y variadas, sin ninguna relación de una con la otra, hasta en 2 o más idiomas, con gestos y gritos o sin ellos.  Cada uno con su teléfono celular y este adolescente hace lo mismo.  No se le puede pedir que no lo haga.  Ha visto por años que ese es el momento para conversar con otros, a largas distancias y costos.  Qué raro si se puede hacer a metro o metro y medio de distancia en una misma mesa con los hermanos y los padres, mientras se disfruta de la comida como se disfruta de una conversación donde los hijos son importantes.

 

A esto se le agrega un factor externo terriblemente dañino y que se populariza, incluso con el solo interés comercial, el consumo de marihuana.  Los estudios son múltiples donde se revela que el consumo prioritario en los primeros años de la pubertad, adolescencia y adustez joven son catastróficos para la salud mental, que se viene a manifestar y reconocer 10-20 años más tarde.  Recientemente (abril y junio de este anos en JAMA Psychiatry, en línea) se ha publicado que la rata de convertir pacientes con síntomas ezquizoides (no esquizofrenia) a pacientes con esquizofrenia es de por lo menos, 58.2% con trastornos de uso de marihuana, cuando trastornos por el uso de otras sustancias es de 33.1%.  Si bien es cierto que algunos pacientes con enfermedad mental se automedican con el uso de sustancias, es más importante reconocer el alto riesgo que el uso de estas sustancias significa para la génesis de enfermedad mental.  Cada ciudadano debe convertirse en un promotor d el a salud y señalar con firmeza los probados daños que el uso de la marihuana, entre otras sustancias, produce en el desarrollo cognitiva y la salud mental de los jóvenes.

 

Hoy no hay tiempo para los hijos. Por eso hay nanas y hay prácticas, por eso hay tutores y maestros en casa, por eso clases de ballet, de tap, de gimnasia, de bolero y de cumbia y hasta de tamborito.  Todas las niñas bailan –y hasta altísimas horas de la noche, no importa la escuela del día siguiente ni las tareas en casa-  y todos los niños ejercitan sus dedos en las diversas pantallas de la tecnología  mientras tiene paralizadas sus  piernas y sus brazos, en una sociedad líquida, donde todo fluye rápido y nada queda ni tiene por qué quedar. Donde ni el compromiso se honra con la permanencia. Cuánto tiempo perdido para haberlo vivido con los hijos. ¿Cuánto tiempo para acabar con el tiempo hay en los planes de un hijo deprimido?

 

 

La depresión es de origen genético, sus manifestaciones y el tiempo en que aparecen dependen de factores no genéticos sino ambientales.  Lo primero, no lo podemos cambiar, lo segundo sí lo podemos cambiar.

 

 

En todo suicida hubo un suicida potencial.  En aquel potencial suicida hubo un sentimiento de desesperanza, o ninguna esperanza, ninguna espera.  En cada familia hay uno, cuando no más de uno, con alguna historia de tristeza, de desasosiego, de abandono, de humillación, de rechazo, de encerramiento.

 

La mayoría de los suicidios tiene una base emocional a pesar de que el 90% de las condiciones mentales asociadas con el suicidio tienen tratamiento.  El dolor intratable tiene una cuota nada despreciable:

 

  • 68% aumento del riesgo por migraña
  • 45% aumento del riesgo por fibromialgia
  • 38% aumento del riesgo por cefalea y cefalea tensional
  • 33% aumento del riesgo por dolor psicogénico

 

 

El riesgo con la enfermedad mental es muy alto:

 

  • 45 veces mayor con trastornos limítrofes de la personalidad
  • 31 veces mayor con la anorexia nervosa
  • 20 veces mayor con estado depresivos
  • 17 veces mayor con estados afectivos como la bipolaridad
  • 16 veces mayor con el abuso o la dependencia al alcohol
  • 14 veces mayor con el consumo de opiodes

 

 

Decir que el suicidio no es prevenible, es solo cierto en las actuales circunstancias del silencio, que todavía esconde la vergüenza de la enfermedad mental.  El riesgo aumenta con disparadores muy precisos:

 

  • una pérdida,
  • una crisis personal,
  • una exposición con la muerte

 

La pérdida reciente de una persona, la pérdida de apoyo en su círculo social o de estudios, la crisis personal con humillación y aislamiento que entierra más hondo la autoestima, y la exposición a otros comportamientos suicidas (“la epidemia”) o a la muerte recurrente (entre los profesionales de la salud.

 

  • Entre las primeras 5 causas de muerte en jóvenes entre 15-19 años a nivel mundial[1]
  • La segunda causa de muerte en los Estados Unidos entre los 15-34 años de edad
  • 5 veces más frecuente en varones que en mujeres, aunque esta relación está disminuyendo
  • 25 intentos de suicidio por cada muerte decidida
  • 25% por lo menos han consumido alcohol o drogas antes del acto de quitarse la vida

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que en el año 2020, ocurrirá un suicidio cada 20 segundos. En el 2015, ocurrió uno cada 40 segundos.  Estas cifras son modificables si modificamos nuestra actitud hacia la salud y la  enfermedad mental.

 

Si queremos actuar con eficiencia contra el suicidio tenemos que tener claro que podemos modificar 3 escenarios: el hogar, la escuela, los servicios de salud.  Pero mejor aún, la metodología es la misma en cada escenario.  No hay una forma diferente para identificar, para comunicar,  para proceder solo por el hecho de conocer el intento de suicidio en la casa, en la escuela o en un centro de salud hospitalario o de cuidado primario.

 

 

Escenario #1  la familia y el hogar

 

  • la genética e historia familiar
  • hogares disfuncionales
  • las expectativas demasiados altas o bajas
  • los valores y los dioses
  • la falta de tiempo de los padres para comunicarse
  • la negligencia y el abuso
  • el consumismo o materialismo
  • la identidad y las raíces culturales
  • carencia de modelos para resolver problemas
  • la aceptación o no de la diversidad cultural y de las orientaciones sexuales
  • el abuso del alcohol y de sustancias o drogas

 

 

Escenario #2  la escuela y la educación

 

  • buenas habilidades sociales
  • confianza en si mismo
  • encontrar el consejo, la ayuda
  • compartir las experiencias de otros
  • establecer buenas relaciones con compañeros y profesores o maestros
  • el matoneo y el comportamiento antisocial
  • señales de autodestrucción y agresividad

 

 

Escenario #3  los profesionales de la salud

 

  • entrenamiento recurrente para identificar enfermedades mentales y suicidas potenciales
  • facilidades apropiadas para el manejo inicial y el crónico
  • estructuras hospitalarias cómodas y con recurso humano preparado
  • programas de seguimiento ambulatorio
  • campañas de educación sobre la salud mental

 

 

 

La depresión en los jóvenes debe sospecharse con signos y señales que son diferentes a las que se manifiestan entre los adultos.  Por ejemplo:

 

  • más que tristeza, el adolescente está irritable
  • hay mucha más fluctuación afectiva
  • más que insomnio, el adolescente tiene mucho sueño (hipersomnia)
  • el joven y adolescente muestra mayor agresividad y violenciaque el adulto deprimido
  • el adolescente suele quejarse mucho
  • el adolescente tiene comportamientos riesgosos a mayor escala que el adulto: consumo de sustancias y alcohol, manejo desordenado

 

 

Frente a un individuo deprimido, ya sea un hijo, un compañero de escuela, un alumno o un paciente, es necesario seguir un mínimo de comportamiento:

 

  • escúchalo, permítele que hable
  • dile y demuéstrale que lo quieres y le importas
  • no temas preguntarle de forma firme pero directa si tiene intenciones de quitarse la vida
  • ayúdale a darse cuenta que tiene quién y dónde encontrar ayuda
  • no argumentes sobre el suicidio
  • no coloques los sentimientos de la familia por delante de sus sentimientos
  • no le prometas silencio ni privacidad
  • no lo dejes solo

 

 

Por último, enumero una serie de mitos sobre el suicidio en los adolescentes:

 

  1. no lo admiten

FALSO:  9 de cada 10 lo admiten

 

  1. no lo hacen

FALSO: sí lo hacen (“perro que ladra, muerde”)

 

  1. no dan señales

FALSO: suelen decirlo, amenazar con hacerlo, hacer gestos sobre y comportarse riesgosamente

 

  1. son cobardes o valientes

FALSO: no son ni cobardes ni valientes. Son personas tristes

 

  1. preguntar sobre planes o ideación suicida precipita el suicidio

FALSO: preguntar y hablarlo lo previene

 

  1. el suicida lo hizo cuando “tocó fondo”

FALSO: no hay un punto donde ocurre el suicidio Hay muchas razones

 

 

 

31 de mayo de 2018

Dr. Pedro Ernesto Vargas

Pediatra y Neonatólogo

 

 

 

[1]WHO/MNH/MBD/00.3  Dr. J. M. Bertolete (Coordinador). Trastornos Mentales y Cerebrales. Departamento de Salud Mental y Toxicomanías. Organización Mundial de la Salud, Ginebra: Prevención del Suicidio. Un instrumento para docentes y demás personal institucional. 2001

1 Comment

    • carmen.diaz1033@gmail.com Reply

      4 junio, 2018 at 1:42 pm

      Excelente artículo Doctor.

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