El matoneo o “bullying” deja heridas profundas en los niños y los adolescentes, sin embargo, no tiene por qué hacerles el camino hacia el suicidio.  El suicidio no es la alternativa.  No es cierto que lo correcto es decir “acosado hasta suicidarse”.

De igual forma tendríamos que aceptar como válida la afirmación, “las redes sociales lo mataron”.  Nadie toma la decisión de quitarle la vida por suicidio a otro.  De una vez por toda digamos que nadie sano se quita la vida, ni quitarse la vida tiene un propósito, una enseñanza o una lección.

Igual ocurre con alusiones a otras situaciones desfavorables para aquellos que no tienen los recursos cognitivos ni emocionales para resolver situaciones difíciles y asfixiantes: la pérdida de un ser querido, la ruptura de un noviazgo o un matrimonio, la pérdida de un trabajo o de la familia, la quiebra de un negocio, el fracaso escolar.  O, aquellos cuyo crecimiento se hizo en entre el hacinamiento y la promiscuidad, la violación carnal y el abuso físico y emocional, el consumo de drogas y estupefacientes entre sus progenitores.

Una cosa son los factores de riesgo alrededor de la vida inestable y triste o deprimida y sin esperanzas de una persona, y otra cosa es asegurar que ese o esos factores le quitaron la vida. Cuando en la prensa escrita o hablada leemos u oímos, o se sugiere, que no hay salida que no sea el suicidio, es necesario hacer señalamientos correctivos a ese error.

El individuo vulnerable es víctima propensa y pronta de aseveraciones como esas.  Cada vez que un periodista o un periódico le da cobertura extensa y detallada a un evento como el suicidio, lo único que logra es apuntar inmisericorde a las personas vulnerables y aumentar los riesgos de acción similar.  7/8/2018