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En la encrucijada de una crisis sanitaria de proporciones no sospechadas, el asunto no es si se abre o se cierra una escuela o todas las escuelas, el asunto sigue siendo si facilitamos más infectados, más enfermos y más muertos.

 

La pasión política se cierne sobre la prudencia que el raciocinio aconseja, esa misma pasión que ya antes ha sido reconocida que levanta y enfrenta hombres contra hombres, y, que hoy, enfrenta cruentamente médicos contra médicos, ficción contra evidencia, narcisismo contra humildad, mentira contra verdad, incertidumbre contra certeza, pseudo-ciencia contra ciencia.

 

Aunque redundante, es necesario recordar que, (1)  ante una epidemia global con un organismo nuevo y aún no enteramente conocido, la prevención de la enfermedad y del contagio tiene que hacerse de forma artesanal: uso de máscara facial que cubra nariz y boca, distanciamiento social, evitar aglomeraciones, lavado de manos frecuente y utilizar soluciones de alcohol no metílico, solo para cuando no se dispone de agua y jabón, buena y apropiada ventilación de los lugares; y, (2)  es responsable enfatizar que no existe medicamento probado para prevenir el COVID-19 y que no existe vacuna contra el SARS-CoV-2.

 

 

¿Cuándo hacerlo?

 

Me temo que mientras el contagio comunitario sea importante, no solo podemos hablar de RTs inaceptables, sino también de inaceptables aperturas ligeras, entusiastas y descontroladas.  La presión del pilar económico de la nación y de cada uno de nosotros en la sociedad que compartimos y a la que pertenecemos, el cansancio por los extensos tiempos transcurridos desde declarada la pandemia , que no es único de nuestros ciudadanos, y de las medidas estrictas cumplidas en mayor o menor grado por segmentos de esta misma sociedad,  que tampoco fue una iniciativa unilateral del gobierno de Panamá, sino de todos los países del globo, con sus variantes obedientes a la cultura de cada uno, todo ello lleva a una reevaluación constante y vigilante.  A esto se suma otra preocupación, cual es la salud mental de los niños y la interrupción de su educación, más seria entre menos justicia distributiva, entre menos privilegios ciudadanos tienen.

 

La reapertura de la escuela presencial (1) debe regirse por conceptos científicos y preocuparse de no hacer interpretaciones erróneas; (2) basadas en el comportamiento diferente en las poblaciones pediátricas con respecto a las poblaciones generales; (3) en consideración a la creciente exigencia a la familia de encargarse de otra responsabilidad, magnificada por la pandemia, como es la escolaridad en casa, que no es lo mismo que la educación en casa; y, (4) mucho menos, por presiones sordas de grupos que, incluso, no juegan ni han jugado antes, ningún papel prioritario y genuino en la salud y educación de los niños.  No es tiempo de pescas milagrosas y, mucho menos, de pescar en río revuelto.

 

Señalo de entrada mi opinión personal, perder un año de escolaridad no es fracasar el año.  El resultado es un año de edad más, para terminar la educación preuniversitaria o entrar a participar productivamente en la vida económica del país, y no un año fracasado que puede llevar al abandono escolar.  Pero ante la pandemia de COVID-19, perder un año hay que visualizarlo como un marcador más de esta infección y enfermedad.  La pandemia ha detenido la educación.  Lo repito, la pandemia de COVID-19 ha detenido la educación.  Es esencial que coincidamos en que la reapertura escolar debe considerar un balance entre los riesgos de salud y las consecuencias de interrumpir el proceso educativo, que, para cada grupo de edad o grado de educación, tiene aristas diferentes y variadas.  Me referiré a la primera educación y algunos aspectos comunes que puedan encontrarse con la educación secundaria en nuestro país.

 

Para conversar sobre esto es necesario reafirmar el rol que la ciencia ejerce hoy sobre decisiones sanitarias y sobre la salud pública.  La comprensión de lo serio de la infección por el SARS-CoV-2 y sobre la seria enfermedad de COVID-19 se debe dar por garantizada para la toma de decisiones de abrir la enseñanza presencial.

 

Hasta ahora, y a pesar de información conflictiva de tiempo en tiempo, aceptamos universalmente que (1) la infección por SARS-CoV-2 ocurre en niños y en jóvenes (en EU de 6.4 millones de infectados, 0.5 millones corresponden a niños[1]); (2) que la enfermedad COVID-19 suele presentarse de forma menos severa que en adultos e, incluso, más frecuentemente de forma asintomática (en EU de casi 195,000 muertes, se registran muertes en niños en 0.3% o menos1 y entre 15%-50% no notan síntomas o se hacen infecciosos 1-3 días antes de aparecer los síntomas); (3) conocemos la superior carga viral en las vías respiratorias altas en los niños, pero desconocemos su capacidad para infectar contactos, aunque no sería menor que la capacidad de hacerlo los adultos; (4) el número de niños infectados crece de forma significativa y lo será más en la medida que la infección comunitaria continua sumando infectados y enfermos; (5) el uso de medidas estrictas en las escuelas ha demostrado ser eficaz en disminuir la trasmisibilidad de persona a persona, que se ha observado se facilita de las escuelas a la comunidad[2].

 

Como lo señalan Ronan Lordan y sus colaboradores, las escuelas deben observar las siguientes 3 recomendaciones de mitigación:

 

  1. Disminuir al mínimo la importación de infecciones a las escuelas
  2. Disminuir al mínimo la transmisión continuada de la infección traída a las escuelas
  3. Brotes grandes en las escuelas deben ser disminuidos limitando la transmisión secundaria al menor número posible

 

 

¿Cómo hacerlo?

 

  1. Buscar sintomáticos entre los estudiantes cada día. Esto se podría hacer con una prueba barata, rápida y confiable. Esa prueba existe: DARTS (Direct Antigen Rapid Antigen Test)[3] y su sensibilidad parece estar alrededor del 86%[4], aún con infectados silenciosos, pero no está aún disponible en nuestro medio.  Por ello, se recomienda hasta entonces, utilizar el más eficaz instrumento de contención: restringir la escolaridad presencial hasta que la infección comunitaria está bajo control, es decir, RT por debajo de 1.0 o, mejor, por debajo de 0.5
  2. Si las infecciones han llegado a la escuela, la forma de disminuir la diseminación de partículas respiratorias húmedas, que contienen el virus, es mediante distanciamiento físico, desinfección de superficies, ventilación apropiada e higiene de las manos, que implica contar con agua potable y formas de secarlas. Para optimizar el distanciamiento físico se debe entonces limitar la ocupación de los salones, evitar actividades como cantos y recitaciones, mejorar la ventilación de los espacios, evitar los deportes al aire libre para evitar el contacto físico y usar máscaras que cubran la nariz y la boca
  3. Si ocurren brotes es obligatorio separar los estudiantes inmediatamente e iniciar la trazabilidad necesaria. La detección temprana de los estudiantes infectados mediante cuestionarios diarios por síntomas y pruebas diagnósticas, limitarán las medidas de cuarentena y evitarían cerrar nuevamente las escuelas

 

Bajar los índices de infección en la comunidad constituye el más elocuente marcador para optar por medidas menos exigentes y restrictivas de mitigación.  No nos engañemos.  Todavía podemos contribuir a poner, para nosotros mismos, las cosas peor.

 

 

[1] AAP. Children and COVID-19: State-Level Data Report. Sept 3, 2020

[2] Lordan R, Fitzgerald GA & Grosser T: reopening schools during COVID-19.  Science 369 (Issue 6508), pp 1146. 04 Sept, 2020.

[3] CDC. Coronavirus Disease 2019 (COVID -19): Interim Guidance for Rapid Antigen Testing for SARS-CoV-2. Updated Sept. 4, 2020

[4] Nash B, Badea A, Reddy A et al: The impact of high frequency rapid viral antigen screening on COVID-19 spread and outcomes: a validation and modeling study. medRxiv preprinted doi: https://doi.org/10.1101/2020.09.01.20184713. Posted September 3, 2020. Pending certification by peer review

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