Las vacunaciones no terminan con la niñez ni la pubertad o adolescencia.  El asunto es que el adulto no está bien informado, está muy ocupado, o, cree que ya no se va a enfermar más sino de cáncer, Alzheimer, Demencia senil, Parkinson y todas esas enfermedades que emergieron al elevarse la edad promedio de vida de los habitantes humanos.

Durante el embarazo, anticuerpos contra enfermedades cruzan la barrera placentaria, ese obstáculo protector entre la madre y su bebé en útero.  A veces, la barrera limita que ocurran fenómenos saludables.  Otras veces, los cuantifica.  Proteger al recién nacido contra tétanos y contra tos ferina, por ejemplo, es de una importancia y una facilidad increíbles.  Después de la semana 27 del embarazo, la mujer embarazada y cada vez que está embarazada, no importa el tiempo entre los embarazos, debe recibir la vacuna para adultos contra la tos ferina, el tétanos y la difteria.  A partir de esa gestación, no hay riesgo alguno de enfermar al bebé que lleva ni a producir ninguna malformación embrionaria o fetal.  Igualmente, debe recibir la vacuna contra el flu de temporada o «seasonal flu», para protegerse ella, quien sufriría seria dificultad respiratoria si se enferma con flu y con su más frecuente complicación: la neumonía.

La tos ferina neonatal mata.  El bebé recién nacido no inicia sus vacunaciones contra la tos ferina sino a los 2 meses de edad; y, no es sino 3-6 semanas más tarde cuando tendrá anticuerpos protectores contra la enfermedad.  Es fácil matemáticas descubrir que entonces, si no hay anticuerpos contra la tos ferina en la circulación de su madre durante el embarazo, él tampoco los tendrá.  Esa desventaja potencialmente letal no se supera antes de los 3-4 meses de vida.  La forma de contrarrestar esta situación es vacunando a la mujer embarazada para que produzca los anticuerpos que le transferirá a su bebé antes de que nazca.  Pero el padre, la enfermera del cuarto de niños, la ayuda o «práctica» también deben estar vacunados contra la tos ferina, tétanos y difteria.