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Jenny McCarthy ha sido una activista contra las vacunas muy eficaz y muy nociva. Modelo, actriz y madre de un niño cuyo autismo se ha cuestionado, se ha encargado de exponer de forma no ética a miles de niños a enfermedades prevenibles que pueden producir daño cerebral y muerte aduciendo falsas premisas sobre el autismo, la vacunación con MMR, la quelación como terapia, y, entre adultos, el VIH y el SIDA.

 

Andrew Wakefield es un cirujano británico e investigador, quien ha sido descalificado en el 2010, por el United Kingdom’s General Medical Council, para ejercer ambas funciones, por su fraudulenta investigación (Editorial: Wakefield’s article linking MMR vaccine and autism was fraudulent. BMJ 2011;342:c7452), que concluyera que el autismo era producido por la vacuna contra el sarampión, rubeola y paperas (MMR).

 

Ambos, originaron y originan serios problemas para la salud pública, amen del asunto ético, no observado con estricta voluntad.

 

La revista médica inglesa Lancet, publicó en febrero de 1998 un trabajo de Wakefield y otros colaboradores (Wakefield AJMunch SH, Anthony A, Linnell, Casson DH, Malik M, et al: Ileal lymphoid nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children. Lancet 1998;351:637-41) que exploraba la relación de enterocolitis crónica y regresión del desarrollo, de la que 2/3 partes de los padres de 12 niños admitidos en la Unidad Pediátrica de Intestino, del Royal Free Hospital de Hampstead, en Inglaterra, entre julio de 1996 y febrero de 1997, responsabilizaban a la vacunación con MMR. Los autores anotaron en este trabajo que “en ocho niños, el comienzo de problemas del comportamiento se asoció, ya fuera por los padres de los niños o sus médicos, con la vacunación contra el sarampión, las paperas y la rubeola”. Después de conocer que habría una compensación económica, los padres de todos los niños reportaron cambios en el comportamiento de los niños. Un incuestionable acto de deshonestidad, incluso de parte de los padres.

 

En ese estudio se puntualizaba su relación con la vacunación con la vacuna MMR, contra el sarampión, la paperas y la rubeola.  La vacuna había sido aplicada en los 14 días antes de la aparición de los síntomas gastrointestinales y de regresión cognitiva, algunos incluso, casi inmediatamente después. Una improcedente conclusión para cualquier individuo dedicado a la investigación. Estos resultados NUNCA han sido replicados.

 

El reclutamiento de pacientes también fue lo más alejado de la metodología científica: cualquier paciente que tenía problemas gastrointestinales era convocado y entraba en el estudio; la preselección la hacían grupos que estaban en contra de la vacunación; una mayoría de los padres ya eran clientes de Richard Barr, un abogado interesado en acciones legales especulativas contras las compañías fabricantes de drogas, que manufacturaban la vacuna triple viral, la MMR.

 

La data se confió a la memoria de los padres y muchos se les entrenó para que responsabilizaran la vacuna MMR como la causa de estos cambios. Ninguno vivía en Londres. Uno, incluso, viajó de Estados Unidos para unirse al grupo de estudio.  Un total descrédito científico. Los estudios de laboratorios normales no fueron publicados y las biopias o histopatológicos fueron informados como consistentes con estreñimiento crónico o normales o benignos. Algunos de los niños ya preocupaban antes de la vacunación, otros eran normales meses más tardes y otros, ni siquiera cumplían con los requisitos para hacer el diagnóstico de autismo.

 

Así fue como Wakefield encaró su estudio. Barr le pagaba con dineros de una fundación legal de ayuda para los pobres que manejaba el gobierno inglés. Wakefield cobraba onerosas cantidades que se pagaban a una compañía de su esposa. Se calculó que los depósitos alcanzaron alrededor de $750,00.00 y no se declaraban como su renta. Se calculó que el pánico creado por este estudio resultó en entradas millonarias. Alguien denunció ganancias de 28 millones de libras inglesas anuales. Otras ingresos siguieron a su activa presentación en programas después de la publicación de su estudio en Lancet. Esta onerosa historia se desconoce en nuestro medio y los movimientos anti-vacunas se han empeñado en desconocerla o desvirtuarla.

 

La noticia afectó negativamente la vacunación contra estas enfermedades en Inglaterra y nació con ella, el feroz movimiento nacional anti-vacunas, en los Estados Unidos. Y, la novel dependencia académica y científica de Wakefield como su interesada relación económica con el abogado Richard Barr fueron puestas al desnudo y comprometieron su seriedad y honestidad.

 

El año pasado se estimó que un tercio de los padres de niños por debajo de 18 años de edad y un 29% de los adultos en los EEUU, consideran que esta vacunación es la responsable del autismo. Una campaña exigiendo que los niños mostraran pruebas de estar al día con sus inmunizaciones antes de entrar a las escuelas logró que para el año 2000, se considerara el sarampión erradicado. Sin embargo, en el año 2014, se registraron más de 600 casos de sarampión, la cifra más alta desde que se considerara que estaba erradicado. En enero de este año, se produjeron más casos de sarampión que en todo el año 2012. Todo esto, el resultado de la campaña contra la vacunación de estos grupos que nacieron bajo la patraña científica e irresponsable de Andrew Wakefield.

 

Wakefield ahora señala que su “infame reporte”, como lo han llamado otros, nunca hizo una relación causal entre la vacunación y autismo; que ellos solamente informaron sobre la percepción de los padres. De seguro que los movimientos anti vacuna no están enterados de estas afirmaciones tardías del Sr. Wakefield, aunque recientemente ha sostenido de que está convencido de la relación causal entre la vacuna y la epidemia actual de autismo y, va más lejos, al afirmar que la MMR, la vacuna trivalente, no protege contra sarampión, que la que protege es la vacuna unitaria o monovalente.

 

Pero lo cierto es que si bien los autores entonces señalaban que no existía tal relación causal, 2 días antes de la revista Lancet publicara el estudio, en una conferencia de prensa, Wakefield empezaba a sugerir que no se usara la vacuna “triple viral” (MMR) sino que se hicieran vacunaciones separadas de cada una de las tres enfermedades, porque “tenemos que saber cuál es el papel de la inflamación del intestino con el autismo”, sugiriendo que la vacuna triple o trivalente era causal de tal inflamación y no las vacunas monovalentes o únicas: “la razón por la cual vemos más casos en el Reino Unido y en los Estados Unidos de autismo es porque los respectivos gobiernos retiraron del mercado las vacunas monovalentes a favor de las trivalente, como la única opción”.

 

Brian Deer reveló en una extensa y referente investigación de interés público de unos 8 años, la parte oscura de Andrew Wakefield. Su investigación se presentó el The Sunday Times de Londres (Deer B Revealed: MMR research scandal. Sunday Times 2004 February 22), el Canal 4 de TV de Inglaterra y el el British Medical Journal (Deer B: Secrets of the MMR scare: how the case against the MMR vaccine was fixed. BMJ 2011;342:c5347), una publicación científica de alta credibilidad. Se conoció entonces el interés económico de Wakefield en la vacuna monovalente y la razón de su insistencia de sacar del mercado la forma trivalente, de probada eficacia y seguridad. Es más, en junio de 1997, Wakefield había aplicado para una patente inglesa de “un agente vacunal/terapéutico” para el sarampión y la enfermedad intestinal inflamatoria. Esto ocurría varios meses antes de que apareciera su estudio en la revista Lancet. Aún hoy día, continua sugiriendo la asociación entre el autismo y la vacuna MMR.

 

La comunidad médica ha probado otra cosa en estudios de miles de pacientes, y no solamente de 12.

 

  • En 1999, un estudio con 498 niños y publicado en Lancet no encontró relación alguna entre autismo y MMR.
  • En 2002, un estudio con 535,544 niños vacunados en Finlandia no mostró ninguna relación entre la vacunación con MMR y encefalitis, meningitis aséptica y autismo.
  • Otro estudio en Dinamarca con 537,303 niños demostró una evidencia fuerte contra la hipótesis de que la vacunación con MMR cause autismo

 

Estudios en Japón como en los EEUU han mirado a pacientes vacunados y no vacunados con MMR y la incidencia de autismo y no se ha encontrado ninguna diferencia.

 

En el año 2012, el Instituto de Medicina (IOM) de los Estados Unidos, en una revisión rigurosa de la seguridad de las vacunas, rechazó la relación causal entre la MMR y el autismo.

 

Sin formación científica ni académica en ciencias biológicas es entendible que no se reconcilien el error con la recapacitación. Lo que parece irreconciliable con la profesión médica y con la razón es encontrar médicos que desestimen totalmente la evidencia probada de ninguna relación entre MMR y autismo y, peor aún, que no tengan vergüenza en insistir en tesis que solo revelan ignorancia o terquedad, ambas, prohibitivas para el ejercicio de la Medicina.

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