- Nov 3, 2023
- Pedro Vargas
- Ciudadanía, Cívica y Política, Cultura Democrática, Cultura Humanista, Cultura Política, Derechos Humanos, Justicia, La Prensa, Lecturas Bioetica, MAESTROS DE MEDICINA
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La patria no se hereda, se nace en ella o se adopta, y se protege, se le canta, se le llora. Se construye en los respiros del alma, desde el acordeón de costillas y músculos de nuestros pechos, “sobre los huesos de los muertos” y las banderas enterradas, en las voces altas que rompen el silencio o la ignominia, desde las guerras contra nuestros demonios, en las alturas de la dignidad y del respeto. Si no has estado allí, no eres patriota, la abandonas, la destruyes.
Es noviembre, “el mes de la patria”, porque conmemora y celebra las batallas por su independencia, por la gestación de la república, por su soberanía. Su identidad, hecha con poca o ninguna sangre derramada cruentamente, que ahora le vacían a sus hijos de sus vasos que galopan con coraje, en una lucha material, que el oro y la codicia condicionan y la grosera opulencia impone, no se borra.
Panamá de los indios que avistaron la Conquista; de los mártires con libros bajo el brazo y banderas a lo alto, que enfrentaron arsenales y colonizadores; de los jóvenes que hacen densas masas, como el agua de los mares, y se mecen en las calles y avenidas, haciendo historia nueva contra el asalto y la burla.
Son muchos los gritos que aún retumban en nuestros rincones de chozas de barro y techos de paja, donde la patria se ausenta, donde la soberana es la pobreza, por razón de desmedidos apetitos por el lucro o despreciables actitudes frente a la injusticia, por gobiernos miopes y sordos que se quedan en los libros partidarios, y el jolgorio que recuerda la jauría de burlas y gritos repelentes, reclamando truenos de fusiles y botas para que vuelvan a su rescate.
Se hinchan y se crecen, al punto -parodiando a Leonard Cohen- de parir primates no humanos, que se lanzan a las calles con odios en los ojos y fuegos artificiales, que explotan en la cara, rompen globos oculares, queman piel y honra al erizo de la rabia.
El patriotismo no está en una soldadesca que enfrenta en desigualdad de condiciones a sus conciudadanos, pero sí lo jura y honra el soldado que defiende a su país de un poder extraño. No es cantar el himno y pasear banderas, en autos y balcones, o forrarse en sus colores, mientras se mira para otro lado la conjura antipatriótica de sus malos hijos, de reptiles de otras tierras, mientras la denuncia se esconde o se le es cómplice.
Se grita el himno y se levanta la bandera para que alcance el cielo, cada vez que se denuncie la traición y la trampa a la patria, cada vez que a la integridad territorial se le robe un centímetro, cada vez que a la fuerza moral de la justicia se le burle. La devoción a la patria y a la nación es sagrada y tiene que ser genuina.
Frágil es la patria y duro el juicio ha de ser para quien le traiciona. Acoger con entusiasmo la conmemoración del patriotismo, que sirva para la reflexión de lo que nos hace grandes y nos arrincona como traidores; que nos permita recoger los erráticos pasos con humildad y sin la aprendida intención de burlar o mentir; que queme la prepotencia efímera de quienes creen ostentar el poder del pueblo y se quemen las naves, para alcanzar la dignidad asechada por el extranjero. Sin valores humanos ni principios patrióticos, el propósito ciudadano será fallido y el resultado oneroso.
En esta ocasión, la coyuntura histórica nos enfrenta a los panameños alrededor de la codicia por sus riquezas de cobre, que además implica, en la oscura sombra de la tinta y el tiempo, entregar tierras y cielos a gobiernos extranjeros, destruir la rica biodiversidad nacional y enriquecerse con corruptos actos protegidos.
La responsabilidad no recae en nuestra diversa abundancia; recae en nuestros hombres y mujeres que cegados por quién sabe cuántos dioses durante 25 años, han facilitado la destrucción de nuestra riqueza verde, la contaminación de nuestros ríos otrora alegres, la salud de nuestras poblaciones más humildes y el riesgo de apagar nuestras esclusas canaleras. Nada justifica que esto no se detenga ipso facto, excepto la codicia de extranjeros y nacionales, el terrorismo empresarial que nos amenaza con denuncias y demandas internacionales. La patria los espera. El crimen tiene derecho a su defensa, pero el crimen siempre será y castigado.
En estas efemérides, miro al cielo para ver la bandera de la patria, tricolor y henchida, batirse jubilosa contra el viento y la tormenta, salir airosa frente a un nuevo enemigo, que abre otra vez las entrañas de sus montes, cambia el curso a sus ríos y amenaza rendirnos en las cortes de naciones.
Pero aquí están cientos de miles de jóvenes patriotas, entre mareas de pueblo; jóvenes y patriotas como aquellos sembradores de banderas en la Zona del Canal de 1958 y 1959; como los mártires de enero de 1964, pueblo valiente como el pueblo frente a los dictadores que aupaban una reforma educativa o como el pueblo de blanco, de la Cruzada Civilista, provocando los estertores de muerte de la dictadura narcomilitar.
Hoy, te canto con Gaspar Octavio Hernández: “¡Bandera de la patria! Sube… sube hasta perderte en el azul… Y luego de flotar en la patria del querube; de flotar junto al velo de la nube, si ves que el Hado ciego en los istmeños puso cobardía, desciende al istmo convertida en fuego y extingue con febril desasosiego, ¡a los que amaron tu esplendor un día!” Publicado por el diario La Prensa, de Panamá, el viernes 3 de noviembre de 2023