- May 31, 2024
- Pedro Vargas
- Ciudadanía, Cívica y Política, Cultura Democrática, Cultura Política, La Prensa, Otras Lecturas, Sociedad, Temas ciudadanos
- 0 Comments
¿Será muy temprano para despertar, o muy tarde para seguir durmiendo?
Cerrada la campaña electoral -a pesar del oneroso artifugio de conocidos políticos- yo, empeñado enemigo de la impunidad y la corrupción en la función pública, no divorciada de los mismos vicios en el sector privado, siento que el resultado electoral desaprovechó la oportunidad de cerrar el deshonroso y largo capítulo de pulverización de los orígenes y valores de los partidos políticos, pobre gobernanza de las últimas administraciones y el secuestro del Ejecutivo -útil para propósitos del Legislativo- como instrumento de extorsión y amenazas, con la finalidad de lograr prebendas y existencia.
El brutal pesimismo en alguno de los libros de Slavoj Zizek sirve para sugerirnos que reimaginemos el pasado para construir el futuro. Para eso, no tendríamos que cambiar el pasado, solo recrearlo y hacer una especie de castillos nuevos sobres sus arenas recogidas. Afirma que, nos consuela pensar que hay tiempo para actuar y, de repente, caemos en cuenta que no hay tal tiempo, dejamos pasar el momento para cerrar un capítulo, o, “¿qué tal si asumimos que la catástrofe ya ocurrió, para prevenirla?”, como forma para construir el futuro.
Procura señalar la diferencia entre el futuro y el avenir o devenir, lo por venir. Cuando el futuro es la continuación del presente, la catástrofe está ahí, solo tiene que llegar. Cuando el futuro es lo que está por venir, el avenir, se interrumpe ese destino y solo llegará algo nuevo, algo distinto. Años antes, el poeta Czeslaw Milosz se preguntaba “¿existe alguna fuerza inmanente localizada en le devenir, en lo que está en el estado de llegar a ser, una fuerza que empuja a la humanidad hacia la perfección?” Algunos le asumen esa responsabilidad a Dios, con mayúscula, otros a una diosa, una diosa cuyo nombre es Historia, señala Milosz. La responsabilidad es nuestra: huesos que serán polvo y carnes que son lujuria.
Despreciada la oportunidad para cerrar este capítulo de caudalosas sombras, ¿será que reconstruiremos confrontando la incertidumbre de los paupérrimos resultados? ¿Será posible reformular el lenguaje de la tan vejada gobernabilidad? Si nuestra fijación está en los quinquenios de los corruptos, ¿será posible interrumpir el desastre futuro que tememos, labrando un nuevo sendero, aún y a pesar de que ello estaría en manos e iniciativas de varios de los protagonistas de aquellos atracos? Ese futuro está cerrado, a menos que reinterpretemos, como señala Zizek, de forma retroactiva, el pasado. Realmente es difícil otorgar toda la confianza al discurso por sobre las profundas huellas de lo andado. Y, peor, a los discursos: el discurso durante la campaña y el discurso frente al veredicto, pobre desde su origen en una ley electoral que urge revisar, pero veredicto final.
Conversando con un hombre joven, en los 30 años de edad, de asuntos cotidianos que se diseminan como verdades en las redes cuando no tienen un ápice de evidencia probada, pero vertidas con el aplomo de ciencia no escrutada, por expertos en la creación de teorías de conspiración, conspirando contra la medicina, la ciencia, los médicos y los hombres y mujeres de ciencia, me decía: “nuestra generación no está haciendo nada nuevo, solo revolvemos como un guacho lo que hay, lo condimentamos incluso sin medida, pero lo condimentamos, y lo presentamos como nuevo y es aceptado”. Eso es reimaginación del pasado para presentarlo al futuro. Naturalmente, solo pueden hacerlo “esos pelaos”, entre los 20 y 40 años de edad.
Todavía no he escuchado ni leído el propósito de combatir impunidad y corrupción, para el nuevo quinquenio, y aunque la figura vertical y sabia de quien ocuparía el ministerio de Economía y Finanzas da alientos a no pocos, él no es el presidente electo, aunque sea quien ha venido a presentar una nueva cara de aquella harta de cicatrices que dejaron la mafia y la omertá. No creo que haya temor en escuchar acusaciones de “persecución política” o “deslealtad”, porque el presidente electo sabe cerrar el puño, pero no haber escuchado aún ninguna referencia para terminar con estas prácticas que empobrecen a muchos y enriquecen a pocos, es precisamente lo que me inquieta. ¿Será muy temprano para despertar, o muy tarde para seguir durmiendo? Hay un reloj despertador sonando esta semana cuando comenzamos a ver un tejido de gobierno incoherente, como en los tiempos aquellos de “ni con la izquierda, ni con la derecha”: “ni con el delito, ni contra el delito”.
Desde una hamaca cansada, aquí se cierne la sombra de la parálisis administrativa, originada de un malsano propósito de tomarse la Asamblea Legislativa, de hacernos “trompetilla”, burlando el veredicto de las urnas, que no se resuelve con un avión, con un pasaporte, con un salvoconducto o con un Batman, o de repente sí, con un Batman, que solo rinde cuentas a sí mismo cuando se propone hacer justicia y extraería de la incomodidad de esa hamaca -sin permiso, pero tampoco sin temblores- a quien la ocupa para seguir haciendo lo que sabe hacer: burlarse de todos y entre ellos, del primer mandatario de la nación.
Publicado en el diario La Prensa, de Panamá, el viernes 31 de mayo de 2024.
El autor es médico pediatra y neonatólogo