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Doce minutos más tarde terminaba de embolarme los mocasines de cuero chocolate con un toque final de kerosene, en plena Carrera 1ª en La Candelaria, abarrotada sección de Bogotá. “Son 2 pesos, mi dotor”.

“¿Cómo sabe usted que soy doctor?”, le pregunté entre sorprendido y dándome ínfulas de médico. Apenas comenzaba mis estudios de premedicina, ni siquiera tenía bata blanca ni estetoscopio rodeando el cuello. “Aquí cualquiera… es dotor”. Mi interlocutor se refería a los doctores en leyes o esos que también se daban y dan las ínfulas de serlo y hasta falsifican documentos para concursar por cargos públicos. De hecho, Colombia en 2008, era el segundo país con más abogados por cada 100,000 habitantes, 354.45, en cifras mundiales, como lo reportara el Centro de Estudios de Justicia de las Américas, que advierte que “no incluye asesores legales”.

Uno de los despropósitos más graves de nuestro sistema constitucional es abrir a concurso el cargo de magistrado de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). No son pocos los que creen merecerlo y saben bien que el clientelismo gobierna en todas las elecciones. Para ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia hay requisitos que llenar, pero el primero debe ser que la persona sea invitada y no que se invite a la fiesta.

Daniel Villatoro García, un licenciado en Ciencias de la Comunicación de Plaza Pública, reconoce cuatro formas para la elección de la magistratura de la CSJ. Mediante: (1) una elección representativa, donde los tres poderes del Estado participan; (2) una elección cooperativa, por la cual los poderes se distribuyen las distintas etapas del proceso; unos nominan y otros eligen, todos desde el poder del Estado; (3) una elección popular entre candidatos preseleccionados entre las postulaciones, y (4), por la participación en una elección política, a partir de una nómina propuesta por los miembros de la CSJ. No se puede ignorar la permeabilidad de la política en el sistema jurídico, un instrumento doloso que le quita la venda a justicia, peor aún, cuando en el horizonte está el derecho a la reelección de los magistrados, como también el poder de su destitución, que recae en esa misma Asamblea.

A confesión innecesaria, sin ser constitucionalista, el artículo 203 de nuestra Constitución genera la espontaneidad como camino para que el nombre del candidato a magistrado de la CSJ llegue al Consejo de Gabinete, cuyo acuerdo, dicho sea de paso, está a la “sujeción” aprobatoria del Órgano Legislativo. La trabazón politiquera y la inyección de curare para el candidato. Esa espontaneidad ha permitido que se abra “la caja de Pandora”, donde caben todos los que aspiran, pero explica con exquisitez, la calidad de los magistrados, no solo como personas, sino como juristas conocedores y promotores de lo justo y respetuosos de “la guarda de la integridad de la Constitución”, sus altos cargos y la patria.

Para ser magistrado hay requisitos que llenar, pero el primero debe ser que la persona sea invitada y no que se invite a la fiesta.

La solidez del derecho constitucional está dada por la jerarquía del sistema jurídico, que refleja en Latinoamérica, como dice Jorge L. Esquirol, doctor en jurisprudencia de la Universidad de Harvard, el poder económico y el militar desproporcionados, como también el de las transnacionales y que han producido una narrativa que le sustrae valor a la producción jurídica de nuestros países. Si no hay tribunales prestigiosos con nombramientos académicos probados, sigue diciendo Esquirol, es difícil legitimar el derecho constitucional nacional.

Claro está que donde el clientelismo es omnipresente, el invitado seguramente ya es querido en las filas del gobernante o ha hecho compromisos con mala ortografía, con la angosta Asamblea en asuntos sociales, legales y éticos. Sin embargo, en ese listado horroroso por su número, de nombres y títulos, donde caben justos por pecadores, solo se hace un ejercicio de democracia fallida,y la palanca tiene tuercas que la aprietan o la sueltan a la hora de escoger “como ha decidido el partido”.

Si algún día llega el coraje para discutir con las gentes la Constitución de la República, para reformarla o para sustituirla, sugiero que los candidatos a la honorable magistratura de la CSJ sean invitados por los miembros de la misma Corte Suprema de Justicia o por un comité de juristas, seleccionado y convocado por ella, que una vez ha cumplido con su metodología de selección, ya sean exámenes, entrevistas personales, revisión de currículo y ejecutorias, escoja a académicos probados, conocedores y virtuosos, honorables e intachables y con respeto y promoción a la diversidad. Solo entonces se llevarían sus nombres a las instancias políticas para su confirmación. Si alguno pretendiera hacer de esto un concurso de popularidad, debe quedar claro que la elección por voto popular no tiene lugar.

Publicado por el diario La Prensa de Panamá, el 10 de junio de 2022

 

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