- Mar 26, 2022
- Pedro Vargas
- Bioética, COVID-19, Cultura Científica, Cultura Humanista, Cultura Política, La Prensa, Lecturas Bioetica, MAESTROS DE MEDICINA, Otras Lecturas
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Ante las urgencias de una crisis de salud inesperada y desconocida hay que tomar decisiones u optar por conductas cuyos fundamentos parecen “arreglos”, también de mucho riesgo. Los riesgos del cansancio, los riesgos del aburrimiento, los riesgos de la sospecha de todos y todo, los riesgos a los ilícitos y de las agendas no éticas. No están lejos de la memoria aquella sugerencia del uso innecesario de máscaras faciales como aquellos mandatos del cierre de toda actividad que facilitara conglomeraciones, como la escuela presencial y los negocios no esenciales. Si para entonces hubiéramos reconocido la transmisión del virus SARS-CoV-2 por partículas húmedas de la boca y las fosas nasales, como la transmisión de hombre a hombre, la barrera que constituyen las máscaras faciales, y la vacunación segura y eficaz estuviera disponible, los arreglos hubieran sido otros. La pandemia se manejó con epidemiólogos y se revisaron los textos de las épocas de las plagas y los instrumentos iniciales fueron los mismos.
Los resultados están a la vista. No hay que ser oposición para enunciarlos, ni creativos de la conspiración para divulgarlos: niños huérfanos y mujeres viudas desamparados, amputación de la educación de los más pobres y los más lejos, pobre aprendizaje cuando no fracaso escolar por inferior pedagogía, descuido de la salud mental y precipitación de la enfermedad, deterioro de la salud preventiva, magnificación de los efectos nocivos de la discriminación, la injusticia, en resumen de la inequidad; enriquecimiento obsceno frente a la pobreza y el hambre del prójimo afectado por la enfermedad y muerte, ruptura de la institucionalidad y sacrificio del gobierno para y de todos, por el gobierno para y de un partido.
Seguiremos viviendo bajo diferentes grados y formas de incertidumbre científica -precursora de descubrimientos y acicate de la revisión del conocimiento- por situaciones que evolucionan mucho más rápido que el logro de los instrumentos para resolverlas.
¿Qué haremos ante una nueva pandemia en un futuro, que no necesariamente seguirá siendo futuro por mucho tiempo? ¿Cómo protegeremos a quienes nos tendrán que cuidar en hospitales y unidades de Cuidados Intensivos? ¿Qué estamos dispuestos hacer como comunidad para que los hospitales no colapsen por multitudes de enfermos que reclaman cuidado hospitalario? ¿Cómo cuidaremos de nosotros para cuidar de los otros? ¿Qué estamos dispuestos a transar para proteger una pedagogía superior a la que experimentamos en estos 2 años, y bienestar y salud para nuestros niños? ¿Estamos sensibilizados sobre el daño que todos sufrimos y que se gestó con las pretéritas y duraderas injusticias sociales y la falta de equidad? ¿Habremos superado esa morbosa intención de impregnar la ciencia y la medicina de políticas partidistas, que tanto daño han hecho en todas partes del mundo, durante la pandemia producida por el virus SARS-CoV-2? Y, ¿se habrá dado una lección contundente a quienes desde sus posiciones de privilegio y gobierno buscaron en cada crisis cómo encontrar el oro?
Nuestro país ha sido empobrecido en la medida que no ha sido justo, que ha discriminado y que ha desconocido la equidad. Tiene una posición geográfica envidiable, y no es rico. Tiene un canal interoceánico, y no es rico. Tiene un puesto de preferencia en el comercio marítimo, y no es rico. No es rico porque el concepto de que todos somos iguales, que no es cierto, ha sido utilizado para que no todos tengamos las mismas oportunidades, para negar la equidad. No es rico porque el monopolio de las fuentes de riquezas obstaculiza que ellas alcancen a quienes la trabajan y no solo a quienes las arriesgan.
¿Estaremos en condiciones éticas para reconocer lo que es una opinión divergente, dañina y fraudulenta, que niega la veracidad de la información y el reconocimiento de la verdad, de una divergente, valiosa y constructiva? Las preguntas son válidas y son duras: ¿cuánta muerte?, ¿cuánta pérdida escolar?, ¿cuánta quiebra de negocios e industrias estamos dispuestos a aceptar, mientras no resolvamos la respuesta a la pregunta que encabeza este párrafo?
Aprendimos que los países con pobres economías no pueden cerrarse porque no pueden sostenerse. Aprendimos que las sociedades liberales no pueden priorizar su concepto de libertades, sin salud. Aprendimos que la desconfianza en el Estado emana de sus repetidas equivocaciones administrativas, el goce de privilegios obscenos y el imperio de la impunidad. Aprendimos que la desconfianza en la medicina no se supera mientras los médicos no aprendamos a escuchar con respeto y sin prejuicios. Y aprendimos que el lenguaje ininteligible de la ciencia no llega por generación espontánea y, mucho menos, si se acompaña de posturas o gestos de superioridad e infalibilidad.
Debemos todavía aprender varias cosas más, entonces. Sin salud general no se reducirán los costos sociales y económicos. La prioridad de las intervenciones de salud pública pueden consensuarse, buscarles consentimiento, pero es una obligación ética no negociarlas si ponen en riesgo de costosas pérdidas individuales, sociales y económicas.
Es válido preguntarse si existen métodos menos restrictivos para llegar a las mismas metas de detener el avance rápido e indiscriminado de una infección con carácter de pandemia, si quienes toman las decisiones deben actuar antes de que se establezca la certeza científica en un escenario epidemiológico. Sí, con intervenciones puntuales y prontas, basadas en lo aprendido y sin el presupuesto de que son difíciles o costosas, con información histórica sobre los beneficios y los riesgos. Siempre existirán en la economía y las finanzas, en la escolaridad y en las libertades personales no solo alternativas sino confrontaciones. En la medida de que cada uno de nosotros tenga claro el concepto de equidad, de justicia social, del efecto desastroso de marginar individuos y poblaciones por la expulsión de lo distinto, podremos reclamar la participación de todos para modernizar la tecnología, desbaratar los vulgares costos de los medicamentos y desinfectar la gobernabilidad de ideologías e intereses deshumanizados.
Publicado por el diario La Prensa, de Panamá, el 9/03/2022