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El gesto amoroso y ecuménico del rabino Gustavo de la Sinagoga en Costa del Este de “abrir la congregación para alojar a 50 peregrinos” de la JMJ 2019, no solo denota coherencia con su sentido de celebrar ese ecumenismo necesario para vivir en paz y honrar el amor al prójimo, sino también su grandeza humana.  Como si fuera poco, su decisión reconoce “el esfuerzo y el cariño” de los organizadores y colaboradores y se hace eco del orgullo que, recibir a los jóvenes peregrinos católicos, produce en personas como él y su comunidad hebrea.

 

Ya lo escribí en otro momento, la Jornada de la Juventud es una actividad religiosa –no económica-, del catolicismo universal, como una iniciativa de El Vaticano, en la persona del Papa.  Su recepción en el país sede no tiene ni debe tener nada que ver con la laicidad de un Estado, ni con el agnosticismo o el ateísmos de sus ciudadanos.

 

Entre otras cosas, la sede la escoge El Vaticano, con criterios puntuales. Y, no olvidemos, que mientras el catolicismo es mayoritario en este país, lo que explicar por qué colaboran estado, empresa privada y ciudadanos, “el ateísmo es una posición minoritaria en el mundo actual”.   Aún y así, se les permite a los ateos opinar y se les escucha, en la medida que se guarde respeto en el diálogo que puede y debe existir.  Y se respete a los peregrinos.

 

Contrario a lo que oímos con frecuencia, el grado de ateísmo de una sociedad no tiene nada que ver con el desarrollo de las ciencias y la tecnología en esa sociedad.  También es cierto que en el comportamiento cotidiano, el hombre está impregnado de teísmo, sea que vive en un Estado laico o religioso, sea que su presidente practique una fe religiosa o sea ateo.  Entonces, no perdamos el tiempo en elucubraciones de este contexto porque la JMJ es para los jóvenes católicos un tiempo de reflexión en el amor al próximo y en el crecimiento personal en ese amor propio, que se abre al Otro para contrarrestar el narcisismo de la sociedad moderna, de la sociedad en depresión.

 

Yo también he visto el entusiasmo y la entrega de los colaboradores de la JMJ, como lo ha señalado el rabino Gustavo. Es encomiable.  Es una alegría que emana del compromiso con la fe católica sin esperar recompensa alguna.  Es una forma de oportunidad para participar en algo grandioso, único, irrepetible en nuestro país.  Es, efectivamente, un acto de amor al Otro, de desprendimiento.  Por estas cosas, si yo no soy capaz de hacer lo mismo, por lo menos aplaudo y dejo mi amargura para otro lugar y tiempo.

 

Es razonable tener diferencias sobre creencias, fe, religión, religiosidad, filosofía, ciencia y cualquier otro escenario humano.  Esas diferencias no deben ser el instrumento para abatir la dignidad de las personas ni el respeto que se merecen.  “Suena interesante, jóvenes católicos alojados en una sinagoga”, dice el rabino. Hay miles de hogares nacionales que también alojarán peregrinos, jóvenes como tus hijos o tus nietos, o tus sobrinos o primos, o tus compañeros o tus amigos.  Celebra la oportunidad.    5/1/2019

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