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La fiebre no es una enfermedad, es un síntoma, una respuesta inflamatoria debida a la liberación de sustancias pirógenas, que inducen calor.  Señala algo.  Advierte algo.  Es un centinela.  Tampoco indica ineludiblemente una infección, pero usualmente es uno de los signos de infección.  Hay inflamaciones que no son producidas por ningún microorganismo pero producen fiebre, por ejemplo, después de una intervención quirúrgica o después de un trauma severo de varias partes del cuerpo.  Yo le digo a los padres de mis pacientes que la fiebre es uno de los mejores amigos del médico.  Nos dice algo: «tienes que averiguar por qué este niño tiene fiebre«.

 

La fiebre no produce daño, no daña el cerebro ni el corazón, ni los pulmones ni el hígado.  No importa lo que Ud. haya oído sobre fiebres y convulsiones, por ejemplo.  Si las convulsiones son producidas por la fiebre solamente –convulsiones febriles- no se produce daño cerebral.  Lo cierto es que no sabemos por qué algunos niños convulsionan con fiebre y otros no.  Sabemos que hay una historia familiar en muchos de ellos.  Sabemos que tiene un rango de edad cuando ocurren y después de eso, muy pero muy improbable.  Sospechamos que hay que tener un cerebro especial para que las neuronas se incomoden con temperaturas fuera del rango de lo acostumbrado.  Ah, y las convulsiones febriles no ocurren con temperaturas particulares, pueden ocurrir con fiebres moderadas y no ocurrir siquiera con fiebres muy altas.

 

La fiebre asociada a cuadros infecciosos virales puede ser muy alta o leve.  El grado de fiebre o temperatura no indica ni la importancia ni la severidad de la infección.  Sin embargo, temperaturas muy altas -sobretodo después de las primeras 48 horas de instaladas- deben poner al clínico en estado de alerta para descartar infecciones importantes, por ejemplo, otitis media, infección urinaria, neumonía, faringitis estreptocócica o meningitis.  Aún, enfermedades virales, que no se tratan con antibióticos, como la varicela, el flu o la mononucleosis infecciosa pueden presentarse con fiebres altas y sostenidas.  También, todas estas enfermedades pueden transcurrir con fiebres moderadas.  El examen físico y no un hemograma es lo que ayuda a determinar qué se hace necesario para aclarar el origen de la fiebre.

 

En el comienzo de infecciones, particularmente las de origen viral, las fiebres son altas y sostenidas: «no se la puedo bajar ni con medicinas«.  Luego de 48 horas plus, el pico es menos alto y comienzan a espaciarse los episodios febriles.  Usualmente hacia el 5º o 7º día de fiebre, ya parecen febrículas y desaparecen.  Es importante reconocer desde el inicio que «se pondrán peor antes de mejorar«.  Es la etapa cuando el niño no quiere nada: ni agua, ni helados, ni conversación, ni juegos, ni Paw patrol.  Déjelo dormir, descansar y ofrézcale líquidos aunque por sorbos, fríos y dulces si es necesario, a cada rato.  Vigilar la producción de orina le ayuda a Ud. determinar su estado de hidratación y la necesidad de mejorar su ingestión de agua.

 

La fiebre se debe manejar con medios físicos primero, con medicamentos como ayuda.  Los medios físicos no hacen daño, ni siquiera el agua.  Los fármacos son armas de dos filos y pueden ser nocivos, sobretodo frente a la ansiedad de los padres de bajar la temperatura a niveles del ártico.  Bañar con frecuencia y agua de la pluma, por pocos minutos; y dar a tomar agua fría y abundantemente, es decir, a cada rato.  A esta forma de manejo yo le he bautizado «agua por fuera y agua por dentro«.

 

Los antitérmicos probados pero no necesariamente con la efectividad que esperan los angustiados padres son de dos grupos: acetaminofeno o paracetamol e ibuprofeno.  Cada uno tiene una dosis para cada peso.  Consúltela y téngala a mano.  Cada uno tiene una frecuencia de utilización diferente, el acetaminofeno se ofrece cada 4 horas, no importa que sea en gotas, en jarabe, en supositorio o inyectado.  El ibuprofeno se ofrece cada 6 horas.  Es discutible la ventaja de dar ambos durante una enfermedad febril, pero se hace.  No se deben dar al mismo tiempo y entre uno y otro debe espaciarse, por lo menos, por 2 horas.  Siempre con la oferta de abundantes líquidos, puntualmente para con el ibuprofeno.

 

«Doctor, ¿cuánto es fiebre?»  Un aumento de la temperatura corporal, que lo media o dirige el cerebro desde su centro termorregulador en el hipotálamo, es fiebre.  (Esta no es la respuesta que Ud. quería oír).  Clínicamente aceptamos que temperaturas de 37.8ºC o por encima son temperaturas de fiebre.  El centro regulador de la temperatura corporal permite fluctuaciones normales de éste, entre 37ºC, en las horas de la mañana, y 38ºC en las horas de la tarde avanzada.  Sin embargo, el tratamiento farmacológico de la fiebre yo lo recomiendo para temperaturas por encima de 38.5ºC o si el niño está muy irritable, a pesar de no alcanzar esta temperatura.  La razón: no abusar de los fármacos antitérmicos.  

 

«Dónde y con qué termómetro se debe tomar la temperatura?»  La temperatura que nos interesa conocer es la «temperatura central» o «core temperature».  El mejor lugar donde tomar la temperatura central es en el recto.  Sin embargo, para muchos padres es muy difícil por razones anatómicas -aunque algunos tienen razonamiento aprendido y de hechura social, que es falso.  El mayor riesgo con el termómetro rectal es la perforación del recto y por ello, solo personas expertas deben hacerlo.  La temperatura a nivel axilar es muy inexacta, aparte de que allí es usualmente 1.0 grado inferior a la central y 0.5 grado inferior a la bucal, y su lectura está afectada por la cantidad de ropa y abrigo que se le pone al niño enfermo y febril.  La temperatura bucal no es aconsejada con niños muy pequeños porque muerden el termómetro y lo rompen en su boca, con los riesgos de ello.  Además, la temperatura bucal está influida por los líquidos que el niño toma, ya sean fríos o calientes.  La mejor temperatura es la temperatura timpánica.  Su inconveniente es que los termómetros timpánicos no permiten visualizar el tímpano para colocarlos apropiadamente y lo que suele medirse, la mayoría de las veces, no es una temperatura a nivel del tímpano sino de la pared del canal auditivo, que no es lo mismo.  Su pediatra puede explicarle como colocar el termómetro timpánico: hacia dónde dirigirlo (hacia la punta de la nariz) y jalando la oreja hacia afuera y arriba.  El canal auditivo debe estar limpio de cera.  El termómetro más sensible es el termómetro de mercurio.   La toxicidad ambiental del mercurio ha aconsejado que no se utilicen termómetros de mercurio domiciliarios e incluso, hay hospitales que ya no los usan.

 

Los escalofríos son una forma involuntaria del paciente febril de protegerse contra la pérdida muy rápida de calor.  Así como no es agradable tener una elevación rápida de la temperatura corporal, así también es desagradable que se descienda rápidamente.  Por ello, cuando el niño tiene escalofríos hay que abrigarlo, para que mientras pierde calor, lo haga despacio y, cuando cesan los escalofríos, se le retira el exceso de abrigo.  Igual cuando se le tiene en una tina con agua tibia para bajarle la temperatura.  Frente a los escalofríos: sacarlo, secarlo y abrigarlo.  Las abuelas, sabias siempre, dicen que «hay que sudar la fiebre«, cuando los niños tienen escalofríos, y los abrigan para que «suden».

 

No use agua con alcohol para bañar al niño febril, ni use agua con hielo tampoco.

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