- Jun 24, 2015
- Pedro Vargas
- Alimentación, Bebes, Crecimiento y Desarrollo, El niño, Obesidad, Salud Pública
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La obesidad se previene desde la primera decisión de alimentar a su bebé. La leche materna no es solamente una fuente de óptima nutrición para el bebé sino que es una forma de seguro contra la obesidad, reduciendo este riesgo.
Quizás el hecho incuestionable que mediante la lactancia del bebé del pecho materno -no la leche materna ordeñada- el niño succiona el tiempo que requiere para saciarse y solicita ser atendido cuando es el nuevo momento para volver al alimento sea la razón desconocida por la cual la lactancia materna reduce el riesgo de obesidad en los niños.
Hay señales que los niños nos dan para decirnos que ya están saciados. Insistir, a pesar de ellas, produce vómitos, no por reflujo sino por relleno. Por ser de importancia práctica, aquí enumero, tomado de Pediatric Obesity, un libro publicado por la Academia Americana de Pediatría y cuya autoría es de la Dra. Sandra G. Hassnick, una serie de signos que deben ser reconocidos como signos de saciedad.
- 4-12 semanas deja el pezón espontáneamente
mueve la cabeza para otro lado
cierra la boca cuando le presentan el pezón
hace lenta la succión
se duerme
- 16-24 semanas muerde el pezón
se tapa la boca
se vira o voltea
grita o llora si se le insiste
se distrae con otras cosas
no muestra interés en comer
suelta el pezón y retira la cabeza
- 28-36 semanas se cambia de posición
manotea
no abre la boca
juega con la cuchara
dice «no» con la cabeza
- 40-52 semanas hace todo lo anterior
le devuelve la mamadera a quien lo alimenta
escupe
Siga las curvas de crecimiento, el progreso que hace su bebé o su niño basado en datos objetivos. No escuche al vecino o al familiar, cuya experiencia es otra o cuyo conocimiento es deficiente o anecdótico. El balance calórico o de energía es lo que resulta en desnutrición o en obesidad; el origen de las calorías, si por carbohidratos (azúcares) o proteínas (carnes y granos) o grasas, es importante en una ganancia saludable o no de peso; antes que un valor numérico bruto -como el peso o el número de calorías ingeridas- la obesidad suele ser el producto de una pobre alimentación o malos hábitos de alimentación, que suelen enseñarse o, como digo yo, «heredarse».