- Ene 29, 2024
- Pedro Vargas
- Cultura médica, Historia de la Medicina, La Prensa, MAESTROS DE MEDICINA
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En enero de 1935, Marino Ortolani escuchaba atento la descripción y palabras de esta madre de unos mellizos de 6 meses de edad, con anemia de Cooley, una rara afección hereditaria, por destrucción de los glóbulos rojos.
Así lo relatan Carla Stecco y sus colaboradores, del Instituto de Anatomía, en el Departamento de Medicina Molecular, de la Universidad de Padua. Ella le habló de “un click” que había escuchado desde el nacimiento de uno de los bebés, cada vez que le lavaba el área del perineo”.
Hace ya varios años una bebé, quien ahora ya puede ser una profesional independiente, llegó a mi clínica en los brazos de su feliz mamá. Tenía algo menos de 2 semanas.
Después de examinarla le dije a la mamá.: “quiero volver a examinarla al mes de edad porque creo que tiene una luxación congénita de la cadera, una condición que es necesario confirmar con imágenes radiográficas o por ultrasonido.
El tratamiento médico temprano, que depende de una temprana sospecha de la condición y su confirmación, previene en la gran mayoría de los casos, repetidas cirugías correctivas.
“No volvía verla hasta varios años más tarde, cuando su mamá quería que examinara a su nueva bebé, de unas 3 semanas de nacida. Venía acompañada de su primera hija, aquella que solo vi una vez a las 2 semanas de vida, ahora de unos 5-6 años de edad. Su marcha revelaba una cojera.
Ortolani examinó cuidadosamente al mellizo con el sonido de “click” y reconoció el “click” del cual la madre le hablaba. Se oía y se sentía, cuando rotaba hacia afuera los muslos en la cadera del bebé. Marino no era ortopeda, como pudiera pensarse, sino pediatra. Había estudiado Medicina y Pediatría en la Universidad de Bologna, donde recibió su título de pediatra en 1921.
Había nacido en 1904, de un hogar humilde de agricultores, al noreste de Italia, y al terminar sus estudios se fue a Ferrara, donde creó una sala de pediatría en el Instituto Brefotrofio-Pio Luogo degli Esposti, que se convirtió más tarde en hospital pediátrico. La amorosa y angustida madre de aquella pacientita con el “click”, descubierto a sus 2 semanas de vida, fue tranquilizada por otro médico consultado, quien le dijo que la niña estaba bien, que no se preocupara porque no tenía tal luxación de la cadera.
Años más tarde, por su cojera al andar, fue evaluada por un ortopeda pediatra quien confirmó la luxación y, varias cirugías se hicieron sin obtener un resultado satisfactorio. Para que no se repitiera la desafortunada historia, me traía ahora a su nuevo bebe, sano. Cuando Marino se interesó en la displasia de cadera, éste era un problema significativo: 3%-4% de la población de algunas regiones italianas presentaban este problema. Los niños nacían en sus casas y no los examinaba un médico o un pediatra, sino tarde, cuando ya presentaban problemas incorregibles o difíciles de tratar.
Pero el “click” era una forma muy sencilla para sospechar y confirmar el diagnóstico temprano de la luxación congénita de la cadera. Él era enfático en señalar que el signo no aparecía sin forzar su aparición, mediante “la maniobra de Ortolani”, que hemos aprendido a practicar todos los pediatras. En Bologna, Vittorio Putti, ortopeda y director del Instituto Rizzoli, reclamaba 95% de buenos resultados con la intervención “en los primeros años de vida”.
Su propuesta era tomar radiografías de la cadera a todos los niños, algo “muy costoso y poco práctico”, aparte del riesgo de irradiación. Marino preveía que el momento para sospechar el defecto era al nacimiento y por quien primero lo examinara: obstetra, pediatra, o el médico familiar.
En casi todos sitios, el único médico presente al nacimiento era el obstetra, el primer médico del recién nacido. Habría que tener un método que pudiera satisfacer aquellos dos elementos, que fuera sencillo y sin costo agregado. Para el doctor Ortolani, escuchar a las madres con atención, humildad, paciencia y respeto era la mejor técnica para sospechar problemas en los niños, y, luego, examinar cuidadosamente al bebé. Este signo no estaba descrito en ningún texto, por lo cual el Dr. Ortolani decidió tomar radiografías de la cadera en pacientes con luxación congénita de la misma.
Así descubrió el defecto en la articulación formada por la porción esférica del fémur y la cavidad que la recibe, en la cadera. En ese momento se dio cuenta de la utilidad que tenía la presencia de este signo clínico para detectar sin métodos invasivos y tempranamente, este defecto conocido como displasia congénita de la cadera.
El “click” lo producía el retorno de la cabeza femoral a la cavidad de la cadera, defectuosa. Ortolani percibió que este signo permitía al mismo tiempo evaluar anatomía y función de la articulación coxo femoral inestable.
En un período de 19 meses, el Dr. Ortrolani ya había examinado 810 niños, de los cuales, 31 de ellos (3.82%) presentaban el “click”, y todos confirmados con hallazgos radiográficos. Le sirvió para aseverar que “no existen falsos positivos” frente a la presencia del “click”. Advertía entonces, que, mediante el uso sistemático de esta maniobra, era totalmente innecesario la universal radiografía y artrografía de la cadera, que otros practicaban.
Con los años y su experiencia, también pudo demostrar que el número o porcentaje de falsos negativos, en el primer año de vida, era prácticamente cero. Hizo popular la frase de: “menos radiografías, menos artrografías y más familiaridad con las piernas de los niños”.
El tratamiento temprano de esta condición evita otras formas de intervención más agresivas y no necesariamente suficientes para evitar la cojera del paciente, de allí la importancia de su diagnóstico temprano, en los primeros meses de vida del niño.
En 1938, Marino Ortolani fue director del Hospital de Niños de Ferrara, que más tarde se denominó Centro para el Diagnóstico, Prevención y Tratamiento de la Dislocación Congénita de la Cadera. Facilitó que las madres permanecieran en las salas hospitalarias con sus niños enfermos y que estos recibieran las clases que de otra forma perderían, durante su hospitalización y con maestros especiales. Las hospitalizaciones para el tratamiento de la displasia de la cadera eran largas y aún lo son hoy día.
El enfoque propio de un pediatra para un hospital pediátrico. En 1940, el Dr. Ortolani calificó para ser, además de profesor de pediatría, profesor de obstetricia, que asumió en 1955, en la Universidad de Ferrara.
Él diagnosticó y trató más de 8,000 pacientes con la displasia congénita de la cadera durante su práctica profesional y creó una colección de especímenes de la patología de la luxación desde 6º mes de la vida fetal hasta los 19 meses de edad postnatal, que hoy se exhibe en el Instituto de Medicina Física y Rehabilitación de Padua. Su hijo Marco Ortolani, médico, se hizo especialista en fisiatría contribuyendo a la sanación de los tantos niños con esta condición.
El autor es médico pediatra y neonatólogo