- Feb 4, 2021
- Pedro Vargas
- Coronavirus, COVID-19, Cuarentena, Cultura médica, Epidemias, Historia de la Medicina, Pandemia, Salud Pública
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Un “lazareto” era una forma de enfermería, donde se aislaba a los pasajeros de naves que surcaban el Mediterráneo -señalados como los que transmitían la plaga al cruzar los mares a principios del siglo XVIII – al llegar a puerto en Marsella, en el sur de Francia[1]. Hoy, el mismo principio de aislar al enfermo, ha dado paso al “hotel hospital”. Pero esto no es cuarentena.
Dice el historiador Christian A. Devaux: “se ha evidenciado que, aunque la amenaza de la plaga era conocida y existían formas de vigilancia de la salud con muy buenas medidas de prevención como la cuarentena, la acumulación de alguna negligencia llevó a una de las peores epidemias en la ciudad (cerca de un 30% de muertes entre todos sus habitantes)”.
Era y es el comercio de diversas modalidades, el mejor vehículo para diseminar las epidemias de un país a otro. Devaux, en 2012, afirmaba que el comercio entre países desarrollado no era un factor de diseminación importante, pero sí entre países en desarrollo. Transcribo del escrito original y genuino -de una prenda[2] de biblioteca que guardo en la mía- lo que en las primeras páginas se lee: “It was about the Beginning of September 1664, that I, among the Reft of my Neighbours, Heard in ordinary Difccurfe, that the Plague was return’d again in Holland; for it had been very violent there, and particularly at Amfterdam and Roterdam, in the Year 1663. Whether they fay, it was brought, fome faid from Italy, others from the Levant among fome Goods, which were brought home by their Turkey Fleet; others faid it was brought from Caudia; others from Cyprus. It matter’d not, from whence it come; but all agreee, it was come into Holland again.”
No existe duda alguna que la cuarentena, probada herramienta de salud pública frente al brote de serias epidemias, trae consigo válidos y preocupantes interrogantes éticos, y, no solo molestias sino serias consecuencias negativas a la economía de los países, a la escolaridad, al funcionamiento del Estado, a la salud mental de grandes y chicos, al carácter gregario de las gentes. Tampoco es falso que su impacto sobre los derechos individuales de movilización limita con el desprecio o la burla por los Derechos Humanos, no importa el régimen que la impone. Sin embargo, cuando las graves condiciones sanitarias exigen una medida pronta y probada, la cuarentena es ella.
Cuarentena, del italiano quaranta giorni, que a su vez proviene del latin quadraginta, que significa cuatro veces diez, se refiere a un tiempo durante el cual se aíslan personas, bichos, animales o propiedades, por razones sanitarias[3]. Los 40 días ya no son parte de la definición, no, al menos en salud pública, como lo fueron en los tiempos de la peste negra, la peste bubónica, la peste, el cólera, la influenza de 1918 y la influenza de 2009, por el virus de influenza A(H1N1) y, más reciente, la epidemia por SARS y MERS. No importa el tiempo que sea, la regularidad con que se implante, la severidad que le caracterice, seguirá siendo considerada una medida intrusiva y controversial, pero por ello, no ineficaz y no necesaria. Es necesario que se revise y se vigile continuamente para evitar intolerancia, abusos y prejuicios de parte de las autoridades.
El SARS, originado en la provincia de Guangdon, en China, en el 2003 se diseminó por el transporte aéreo, pero su período de incubación, más largo que el de la influenza o flú, y su mortalidad, inferior, se unieron para hacer su control más eficiente. La severidad de la cuarentena está en relación directa al comportamiento de la enfermedad y los tipos de regímenes gobernantes de los países comprometidos. En Canadá se recomendó una cuarentena voluntaria de las personas probablemente en contacto con el virus. En la China, la policía acordonó los edificios, se controló la movilización automotriz con puntos de control y se colocaron cámaras de vigilancia en calles y casas particulares. El control de las personas fue más estricto en las áreas de gente con menor poder adquisitivo y las medidas policiales fueron allí más represivas, incluso con la pena de muerte para algunos que incumplieran las regulaciones. Estamos de acuerdo que discriminación y estigmatización no deben ser aupadas ni toleradas.
Tanto Hipócrates como Galeno, antes de la era cristiana, ya aconsejaban “vete rápido, vete lejos, tarda en regresar” (“Cito, Longe, Tarde”). En el Antiguo Testamento se constata bajo la ley mosaica.
La cuarentena[4] no es un invento del año 2020, ni del ministerio de salud pública, ni de “un grupo de médicos”. Desde el siglo XIV, la cuarentena es angular en el control de la contagiosidad de enfermedades infecciosas, que incluye aislamiento, cordones sanitarios, regulaciones sobre el transporte marítimo, aéreo y terrestre, fumigaciones, desinfecciones puntuales y regulación del movimiento de las personas consideradas como las contagiosas[5]. Se recurre a ella como método probado frente a situaciones críticas de contagio y muerte por alguna enfermedad infecciosa. Es una medida sanitaria preventiva, como lo es lavarse las manos o vacunarse.
Cuando las amenazas de una enfermedad infecciosa son de muerte y son globales, la salud pública amenazada tiene que recurrir prontamente a la cuarentena, la estrategia a mano que ha probado limitar la expansión de estas enfermedades. Con la plaga que diseminó el Mar Mediterráneo a Italia, Croacia, luego a Francia, España, Austria y la Europa Central se articuló una respuesta organizada institucional entre los años 1347-1352, que alivió las pérdidas que se siguieron dando por 350 años. Entonces, la cuarentena fue introducida en Dubrovnik, en Croacia en 1377 y se adoptó en todas las regiones. Para entonces, la cuarentena dejaba las calles limpias de personas durante todo el tiempo estipulado, para proteger, a diferencia de la plaga, que limpiaba los pueblos con la muerte de sus habitantes.
“Hacia finales de noviembre o principios de diciembre de 1664, cuando 2 hombres de aparente origen francés murieron de la plaga en Long Acre o, quizás, en la parte alta al final de Drury Lane, las familias donde vivían optaron por ocultar las muertes”, se lee en “Memoirs of the PLAGUE”. “Enteradas las autoridades de salud, enviaron a dos médicos y a un cirujano para hacer las indagaciones necesarias y aclarar la causa de estas muertes, que sugerían ser debidas a la plaga. Comenzaron a morir otros del lugar y la preocupación se fue dando al no encontrar lugar donde enterrarlos”, dice el narrador. “En enero, las cifras alcanzaban los 300 y 500 muertos cada semana”.
Un año de muerte y peste que, unas veces discrimina por bienes y otras no, esperaría yo que sacudiera cimientos en las familias, que, alterara la rutina consumista, la levedad de las personas frente al Otro, la gravedad del raciocinio y la agudeza del discernimiento, pero no. Se niega que existe una crisis sanitaria, que los hospitales no se dan a vasto con enfermos y con muertos, que son el médico y la enfermera quienes dicen presente y le dan la mano al hermano, al padre o la madre, al hijo que ya no ven desde hace varias semanas. Y, como si fuera poco, se les niega a estos médicos y enfermeras entrenados para prevenir, curar y aliviar, elevar su voz de consejo y proponer las recomendaciones sanitarias, cuando se tropiezan con estilos de vida, cansancio e ignorancia y desinformación.
Todavía algunos vocean que aquí no ha pasado nada, que no es verdad que hay más enfermos y más muerte, que la causa es por un virus o una bacteria inventada, que el país nuestro es un infierno porque no es así en otras latitudes, donde la rumba continúa y el espectáculo que alimenta el ego, no lo han prohibido. Quizás sea conveniente aprender las lecciones de la historia para cuidar de mí, estar más pendiente de mi prójimo y respetar la ciencia. El arte de la Medicina no es la complacencia, la ciencia de la Medicina hace el arte. 3/2/2021
[1] Devaux CA: Small oversights that led to the Great Plague of Marseille (1720-1723): lessons from the past. Doi: 10.1016/j.meegid.2012.11.016
[2] a Citizen: Memoirs of the PLAGUE. A Journal of the Plague Year: Being Obfervations of Memorials, Of the moft Remarkable Coccurrrences, as wel Publick as Pivate, Which happened in London During the lait Great Visitation In 1665. The Library of Gryphon Editions. Special Edition Copyright @ 1995.
[3] Wikipedia. La enciclopeida libre. es.wikipedia.org
[4] Tognotti E: Lessons from the History of Quarantine, from Plague to Influenza A. Emerg Infect Dis 2013. 19(2):254-259
[5] Matovinovic J: A short history of quarantine (Victor C. Vaughan)> Univ Mich Med Cent J. 1969;35:224-8