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OPINIÓN
Teoría de los colores
Pedro Ernesto Vargas

Todo el día había llovido como descosido. El cielo de la noche aún cálida, porque en este país las lágrimas calientan, estaba limpio. Quizás lo único limpio en el horizonte, ¿por cuánto tiempo? Qué manera de llover, solo en este trópico fracasado.

Dentro del otrora grandioso escenario, pululaban toda clase de ruidos y aromas, como cuando se anuncia un vendaval o se estrenan perfumes sin desodorantes.

“No puede llover más”, me dije para mí, “ya tenemos bastante”. Pero a medida que se aclaraba el lugar, porque cuando entras a uno denso en todo tipo de alimaña no ves nada, aunque mires, fue apareciendo el círculo cromático: el rojo, azul, amarillo, colores primarios.

Los colores primarios no pueden obtenerse mezclando otros colores, pero ellos se mezclan para ampliar la gama de colores.

También, me tomo la licencia no vencida para ver el firmamento nacional, y decir que así se han llamado por su poder de obtener y secuestrar otros colores, torcer el brazo a los otros colores secundarios, imponerse sobre el lienzo y flotar a los acordes de un himno, que bien puede ser nacional o marcial.

Los colores existen en relación con otros colores, rara vez se sostienen solos, y tampoco son necesariamente los colores correctos. Por eso existe una “paleta de colores”, y las paletas son también de diversos sabores, preferencias y orientaciones.

Además, danzan al ritmo que les toquen, los más tenues o leves pueden ser los más vivarachos, juegan vivo, porque se meten entre las rendijas de las ofertas en un apuro, manchan el lienzo, opacan el firmamento, y fácilmente olvidan su origen, que también es temporal.

Particularmente cuando los pinceles están tan impregnados de colores fuertes, que les permite ocultarse y hasta llegar al anonimato, a ser invisibles e inservibles. Los colores también rememoran tiempos, vivencias, emociones, sitios y lugares que se añoran, que se niegan y reniegan, o que se reinventan.

Junto a la capacidad de notar las formas, los ángulos y las líneas, se hace notable la ingenuidad visual de la absorta audiencia. Resulta entonces el retrato de la escena, donde todo parece en orden y armonía, cuando nada de eso existe.

En la fotografía es algo diferente. En ella, los colores “primarios” son el rojo, el azul y el verde, el RBG al que la fotografía digital alude, y ofrece el espectáculo de sus combinaciones, como el espectáculo de las fiestas del Carnaval o las electorales.

Ese mismo arte digital nos regala algo más serio por su drama, la fotografía monocromática, mal llamada así, porque no es uno el color sino dos: el blanco y el negro. Con ella se transparenta el drama y el drama transparenta.

En esta ciencia y magia de la fotografía, la luz es blanca, sin color aparente, a pesar de su combinación de los tres colores primarios. Esa noche lluviosa del mes que se escapara con estrellas fugaces y otras fugadas, lucía los colores del arco iris de la diversidad, a la que tanto temen u odian los rancios machos de las Bonobos.

Además, el llamado era a crear y criar el retrato, todos adentro, nadie afuera, solo el fotógrafo que resultaba también ser el anfitrión. Tomará varios meses, si se da, porque juntar gemas es más difícil que juntar ganas, y esa noche, todos tenían ganas y no había gema alguna, que no es lo mismo que no había prenda alguna, porque lo que sí había eran prendas. Lástima que la recolección de basura es tan mala en este país.

Resulta que la proporción de los diferentes colores variaba y el cerebro rehusaba admitir la diferencia -como los electores rehúsan que existan diferencias ideológicas y de propósitos entre los viejos partidos del patio y sus vaqueros- a pesar de que los diferentes colores tienen diferentes temperaturas, unos son fríos, otros son cálidos y los hay calientes.

Alguien dijo: “no generalice, doctor, no todos somos iguales”. Entre mayor es la temperatura del color, más frío es el color, por ejemplo, el azul, que tiene una temperatura de 20,000 grados Kelvin es un color frío; y, entre menor es la temperatura del color, más cálido es éste, por .ejemplo, el rojo tiene una temperatura de 2,000 grados Kelvin.

En el mundo de la diplomacia -lo inverso en el amor- esto es de frecuente narrativa. Quizás los diplomáticos han hecho cursos de fotografía o de física del color y los enamorados los contradicen ciegamente, porque el amor es ciego.

Nunca se supo a ciencia cierta esa noche, si el llamado a reunir todos los colores era para tener una luz blanca o solo humo blanco o cenizas blancas. Era temprano para decirlo. Lo cierto es que se invitó al incinerador quien redujo todas las bellezas sobre la tierra y los mares, en los cielos y en los vientos, a trinos de pájaros cerca de sus jaulas, apaciguados, agotados, pero ávidos por volar fuera y pronto. No hubo o no se notó rubor alguno en esa altura desde donde se evocaba un Edén orgástico.

El fulgor ardiente del horizonte lejano, la espléndida luz secuestrada, el progreso acariciando otros lares, el suelo cubierto de basuras y el trabajo abandonado, se conjugaron para levantar pico y pala y enterrar la sublime canción. Afuera, la tormenta volvió a rugir. El espectáculo lo salvó una banda con nombre y herencia.

Al iniciarse la música, el espectáculo que podría ser fúnebre se hizo colorido. La danza era la de los colores. Colores hurtados a costureras y próceres, mezclados para hacer morados, muy pocos sin maquillaje, en la total ausencia de colores, como el negro de la noche y del futuro. La confusión de los colores fue también de las lenguas. El anfitrión dijo algo así: “no tenemos que coincidir en todo, las diferencias nos hacen fuertes, pero podemos coincidir en lo que es realmente importante, llegar a acuerdos más allá de las diferencias”.

Y, al unísono, ya era tarde y los estómagos chillaban, se oyó, con la tormenta: “¿cuándo nos repartimos el cake?” (hubo que decirlo en inglés para que se entendiera), y se logró consenso entre los colores: el merengue para los verdes, la masa para los amarillos, la garnitura para los morados, las velas por encender para los rojos y las encendidas para los azules. El telón se desprendió con furia y negrura. El estruendo llego después del apagón. Al menos se cumplió una Ley.    Publicado por el diario La Prensa, de Panamá, el viernes 28 de julio de 2023

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