- May 4, 2024
- Pedro Vargas
- Ciudadanía, Cívica y Política, Cultura Democrática, Cultura Política, La Prensa
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De los varios libros escritos sobre el comportamiento de votar, el de Richard R. Lau y David P. Redlawsk es uno de los más atractivos desde la perspectiva psicológica del elector. Su aplicación en otras regiones es provocativa.
Sus investigaciones llevan a considerar 4 tipos de estrategias que utilizan los votantes o 4 modelos de votantes y, se aproximan al descubrimiento de cómo se vota correcta o incorrectamente. Como bien lo señalan los autores, “La Democracia tiene éxito cuando el gobierno, en su amplio significado, representa el querer de la gente”. Y, continúan puntualizando: “La representación democrática se asegura, si los ciudadanos informados eligen libremente a sus líderes, y esos líderes buscan su relección en intervalos regulares”. Aquí vale aclarar que, estos autores se refieren a que el ciudadano retiene a sus líderes o sus partidos políticos, en la medida que son calificados y se les hace responsables de los logros en sus funciones. Retener a sus líderes es reconocerles su liderazgo, no petrificarlos en los cargos políticos ni administrativos.
Los 4 modelos de votantes son: (1), quien escoge racionalmente. Este votante escoge en términos de las consideraciones que espera de cada candidato, para sus propios intereses. Su decisión del voto está facilitada por la cantidad de información que tenga de cada uno. No todos los votantes de este modelo agotan toda la informaión disponible y detienen su búsqueda por la satisfacción que le ofrezca la información obtenida hasta un momento dado. En otras palabras, una vez que nueva información agrega poco o nada a lo que ya se tiene, allí se detiene su “investigación” sobre los candidatos. (2), quien escoge basado en sus contactos sociales (socialización temprana) y la consistencia de su intelecto. Este modelo reúne seguidores por el hecho de que gran parte de los votantes conocen o les importa poco la política. Él o ella son quienes votan siguiendo las directrices de su partido, que bien puede ser uno de la tradición familiar. Ellos van por los colores del partido, por los temas o “slogans” que abanderan, la personalidad y evaluaciones que se hacen o hacen otros, de esos candidatos. Bien pueden no hacer ninguna consideración sino seguir los pasos de sus antecesores. A estos votantes, no los cambia ningún otro candidato ajeno a sus filas. (3), quien toma una decisión frugal y rápida. Este votante puede cambiar hoy lo que pensaba ayer, un día es rígido y otro día es permisible. Participa sí, pero quiere terminar rápido con el período electoral. Puede escoger basado en sus intereses personales y, otra vez, porque no le interesa seguir investigando, escoge prontamente, ni siquiera porque no haya investigado infatigablemente. Estos votantes no tienen, necesariamente, toda la información, no la necesitan y quieren que se les resuelva una o dos cosas, a veces, ninguna, que quede todo como está, con tal que le dejen seguir haciendo lo mismo de siempre. Y, (4), el modelo del votante, amalgamado de racionalidad y de intuición. Aunque este votante no haya acumulado información suficiente durante la campaña -y no lo cree necesario para tomar una decisión- él o ella racionalizan su voto aún sin calcular las consecuencias de ello y, menos, escudriñan las diferencias de sus alternativas, pero tampoco se guían por alguna predisposición política, como la familiar, ni por la influencia de las consideraciones que haya hecho otros sino que confían en su inteligncia y su malicia. Creen ciegamente en su intución. Su argumento, como señalan Lau y Redlawsk, es que “la mayor parte de las decisiones (incluyendo la mayor parte de las decisiones políticas) se entienden mejor como respuestas semiautomáticas a situaciones fecuentemente encontradas, que a cuidadosamente hechos, cálculos de probabilidad de las consecuencias asociadas con las diferentes alternativas:” Para esto votantes, los candidatos se catalogan con puntual simpleza en demócratas o comunistas, liberales progresistas o consevadores ultra religiosos, santos varones y mujeres o demonios y prostitutas, honrados o ladrones, con experiencia o sin experiencia, gobierno u oposición, ancianos o pelaítos. Y así, nos lo recuerdan, también son las declaraciones sobre las decisiones más importantes que hacen las élites políticas.
Resumiendo con Lau y Redlawsk, los modelos de votantes 3 y 4 tienen en común que no se exigen tanta información para votar sino intuición, contrario a los votantes de los modelos 1 y 3, para quienes obtener información sobre los candidatos es parte integral de su decisión, aunque más crítica para los votantes del modelo 1. Los votantes del grupo 4 sí quieren hacer una buena decisión pero que sea también una decisión fácil. Quizás esto ya lo sabíamos, el voto popular, tiene un fuerte sabor a emoción. Lo cierto de todo esto es que nosotros, los que creemos que nos las sabemos todas, que conocemos de política, leyes y ética, de justicia y de libertad, de riquezas y pobrezas, no sabemos nada de lo que creen, quieren y desechan las mayorías que no conocemos porque no vivimos con ellas ni cómo viven ellas.
A pesar de los números de adherentes en los partidos políticos (1,669,669 o el 55.8% del Registro Electoral, en el 2022), a la mayoría de los panameños no le interesa mucho la política, conoce poco de cómo trabaja el gobierno, práctiamente nada de la Constitución de la República, ni siquiera de quién reemplaza al presidente ausente que no tiene vicepresidente y, por qué hay tanta discusión de si las decisiones del Tribunal Electoral están por encima del articulado constitucional. La lectura que hacen de esto los candidatos es aún peor. Por eso salen a besuquear cuanta boca asquerosa se encuentren, a embarrarse de grajo y guaro, a cargar niños al revés, a brinca y gritar en la calle al son de la música que le toquen. Y salen electos y gobiernan igualito y roban. Robó pero bailó. Sí, el voto popular en nuestro país se convierte en un concurso de popularidad, el día de salir a votar, en una “fiesta electoral”, y la noche de los resultados, en el comienzo de celebraciones, que no durarán los 5 años.
Los votos sí deciden y por eso, yo voy a votar como corresponde al al modelo 4 de votantes. Si decido lo correcto o no, depende de varios factores, algunos incorregibles, hasta que la Ley Electoral sea reformada con patriotismo y justicia.
Yo quiero un cambio que elimine privilegios de nadie por encima del resto de los ciudadanos, ¡de nadie!, como aquel por el cual nuestras autoridades y nuestros políticos se acorazan delictivamente, con una inmunidad prostituida para no rendir cuentas y encuentran siempre una artimaña del derecho interpretado, que los defienda. Yo quiero certeza de castigo para los delitos contra el erario y contra el servicio público, para los asalariados que tienen que repartirse el dinero con quien lo nombra, para el gobernante que hurta plata de los consulados. Yo quiero justicia en la distribución de salud para quienes cumplieron con sus cuotas mientras trabajaron, y para aquellos que la disparidad social los alejó de aquella posibilidad. No quiero conocer más de noticias horrorosas, como que a pocos metros del Palacio Legislativo se mueren personas con cáncer por falta de diagnósticos, que cerca de farmacias y hospitales el paciente con diabetes se muere por un coma diabético porque no puede comprar su medicina, una joven no encuentra dónde desistir de morir por suicidio, a un paciente se le niega una cama hospitalaria porque no tiene un carné, porque no hay un médico, porque no funciona un equipo o no hay una cama ni una aambulancia. Nadie puede sentir orgullo de un sistema de salud tan fracasado.
No hay crecimiento -solo fugaz y costoso- sin justicia y sin libertad. Para ello, no quiero un gobierno que para postergarse, hasta convertirnos en flaco modelo, se autodenomine “de la voluntad popular”. Quiero un hombre -hoy- que respete la justicia y que subordine la ley a la ética, cuando la dignidad de la persona lo justifique. Hoy, como lo puntualicé antes, solo hay un candidato -con mochila y sin corbatas- que, aunque muy difícil pero no imposible, puede llevar al país por esos caminos. Es y ha sido su prístino y sostenido propósito de afrontar la impunidad, recanalizar los dineros nuestros, abrir oportunidades para que le ayudemos. Los otros candidatos nos han mostrado sin vergüenza, que hacen su viaje electorero con los mismos compañeros y amigos del antaño de travesuras y andanzas. No podrán ni les interesa cambiar, sino distraernos. Estamos alertas para decidir en 2 semanas y 2 días.
Publicado en el diario La Prensa de Panama, el 19 de abril de 2024.
Pedro Ernesto Vargas
Médico pediatra y neonatólogo