- Jul 24, 2020
- Pedro Vargas
- Bioética, Ciudadanía, Cívica y Política, Coronavirus, COVID-19, Cultura Democrática, Cultura Política, Derechos Humanos, Desarrollo Humano, Epidemias, Otras Lecturas, Pandemia, Reflexiones, Salud Pública, SARS-CoV-2, Sociedad
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COVID-19 no es democrática. La disparidad al acceso de la salud y la educación, la honra esta infección. La mayor parte de los enfermos y los muertos la ponen poblaciones injustamente sin privilegios.
Quizás es bueno que conozcamos la incidencia de la infección y la mortalidad por ingreso de las personas, por grado de educación, por propiedad o su ausencia. El discurso de la propiedad, como el de meritocracia, tendrían que esconder sus rostros, si les surge vergüenza.
Pero los costos no se quedan en los gastos del cuidado intensivo y de la hospitalización. Se acentúan con los sobrevivientes, que son de la misma suerte social y económica. El cuidado de las secuelas para toda la vida y, con suerte, para mucho tiempo, como las relacionadas con los daños al corazón, a la función cognitiva, a los pulmones, a la función renal, hoy no se pueden calcular. Aquellas sociedades que asumen los costos no son precisamente las que abonan más inequidad. Nosotros desconocemos los gastos, no porque no los tengamos, sino porque como sociedad no nos responsabilizamos de ellos, y si lo hacemos, lo hacemos de forma muy precaria, que da vergüenza y rabia.
La pandemia dejó de ser un asunto exclusiva o prioritariamente de salud e higiene. Lo es social, lo es económico y lo es político. ¿Dónde está el liderazgo para salir de tanta opacidad, de tanta corrupción y de tanta injusticia?
Las iniciativas para vencer la inequidad tendrán que salir de entre los sobrevivientes, pero no aquellos que nunca se enfermaron ni de aquellos que sostienen hasta hoy, las pobres iniciativas de justicia social que reclaman en silencio los segregados o no reclaman de ninguna forma, los abandonados. 23/07/2020