- Nov 11, 2017
- Pedro Vargas
- Bioética, Narrativa Médica, Otras Lecturas
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Narrativa médica pretende escuchar a pacientes y médicos, a instituciones de salud públicas o privadas, a la industria, para aprender de ese lecho de incertidumbres que es la Medicina. Las historias son importantes, los nombres pueden o no serlo, para conectarnos con ese mundo que poco conocemos. Estas historias nos permiten “liberar nuestros sentimientos, explorar soluciones y llegar a un acuerdo con nosotros y con el derredor”, como bien lo señalara Abraham Verghese[1].
En The Laws of Medicine, Siddhartha Mukherjee narra un encuentro en el quirófano, con uno de los cirujanos del programa de Cirugía donde se entrenaba, en Boston: “La Medicina te exige que tomes las decisiones perfectas con información imperfecta”. Ese es el camino donde se inicia la incertidumbre, donde se hace un sendero que no todos conocen pero cuyo quebrado y duro curso se siente. Este espacio en mi blog pretende escuchar con atención para aprender a crear contacto, precisión puntual y fidelidad personal en la relación con pacientes y colegas médicos.
La narración:
“El caso, que es increíble de creer y lo digo con conocimiento propio, es el de mi hermana. A ella le mandaron a hacer una endoscopía y una colonoscopía, y de eso hace 2 años y siempre le dicen… que las máquinas están dañadas. Y es el único lugar donde la hacen. El pasado viernes ella tenía cita de la endoscopía, mi hermana llamó y se enteró de que la máquina estaba dañada nuevamente, pero ni siquiera habían pensado en llamar para notificar el problema.”
El Comentario:
Cuando quien provee la atención y el cuidado médico los considera un privilegio, naturalmente que querrá ahorrarse lo que pueda si no puede ahorrarse todo. Eso es lo que vemos en el sector privado de los seguros de salud o de enfermedad, eufemismo utilitario cuando se hace un reclamo: “es que su seguro no es de enfermedad, es de salud”, “es que su seguro no es de salud, es de enfermedad”, “es que Ud. nació con eso y las condiciones genéticas y congénitas no son nuestra responsabilidad”. En ese canalla rejuego materialista se administran los derechos a la atención y al cuidado médico.
Sin embargo, en un servicio público de salud, el costoso ahorro se desprende del desgreño administrativo, de la falta o impropia distribución de los recursos, de la anestesia que, lo crónico, aplica a la sensibilidad humanista de nosotros los médicos, dentro de un sistema que enfermó.
Nadie tiene por qué esperar por la muerte y desesperar por el diagnóstico temprano para no morir dentro de un sistema público de salud. Y antes que eso, nadie tiene por qué ser tratado como si no tuviera derechos, como si no fuera un ser humano. Las cuestiones que le atañen y le preocupan a un enfermo no se priorizan por su color o su raza, por su nacionalidad o estado civil, por su preferencia de estilo de vida, por su lugar social y económico, por sus creencias o agnosticismo. Esos escenarios obscenos y detestables nunca serán bien vistos y la crítica tiene un peso y un valor incuestionables.
Esperar 2 años por una colonoscopía ordenada con antelación significa que quien la ordenó lo hizo por deporte y nunca más se preocupó de conocer de su paciente, y que el paciente muy probablemente estará hoy, sin diagnóstico aún, en una situación de no retorno. ¿Dónde ha quedado el compromiso del médico con sus pacientes? ¿Cómo puede garantizarse una responsable relación médico:paciente? ¿Cómo cree, quien labora en un cargo de esa magnitud e importancia, que puede agregarle satisfacción a ese encuentro con su paciente?
Que la excusa esgrimida para no realizar un procedimiento urgente -porque una colonoscopía es un procedimiento urgente que hace un diagnóstico temprano para tomar una conducta paliativa o curativa- sea que “las máquinas están dañadas” y por 2 años consecutivos, tiene que ser investigada. Si no hay mantenimiento del equipo porque no se incluyó en la compra o porque ni siquiera se ha pagado y si se utiliza como excusa para no trabajar, como lo exige un contrato de trabajo y un compromiso con la profesión, es necesario aclararlo prontamente. La rendición de cuentas tiene que honrarse y validarse.
Pero dentro de esta narración, para mí lo más detestable es el abandono del paciente y el desdén por una atención cortés, como si no importara, como si no contara, como si su tiempo fuera vano y su salud y vida una caricatura. No es necesario tener funcionarios administrativos insensibles ni galenos desarraigados.
[1] Verghese A:Foreword in Narrative Matters. The Power of the Personal Essay in Health Policy. Ed: Fitzhugh Mullan, MD, Ellen Ficklen and Kyna Rubin. The Johns Hopkins University Press. Baltimore.2006