- Ene 17, 2020
- Pedro Vargas
- Bebes, Cultura médica, Enfermedades infecciosas, Flu, Hospitales, Influenza, Parto domiciliario, Resfriados, Resfrío común, Vacunación, Vacunas
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Algunos veganos buscan vivir más años con alimentación que no incluye carnes animales (sin estudios publicados y resultados que repetidamente lo confirmen), sin embargo, no se amarran el cinturón cuando conducen o van sentados en el auto. Algunas madres optan por alimentar a sus bebés con leche materna, pero siguen fumando, y algunas usan marihuana y otras substancias, y beben alcohol. No son pocas las que quieren “un parto humanizado” a domicilio, mientras exponen a sus bebés por nacer a un riesgo de asfixia frente a complicaciones que no se pueden atender en casa. Frente a la circulación significativa del virus de la influenza, prontamente vacunan a sus hijos pero, ellos, los padres, rehúsan vacunarse. Están siempre incómodos con las medicinas que el médico les manda para un resfriado, pero ni cuestionan la sugerencia del portero del edificio de apartamentos o la oficina para darles antibióticos.
Cuando le sugiero a una familia hospitalizarle el hijo enfermo cuyo cuidado y observación estrechas solo lo garantiza el cuidado dentro del hospital, no es nada infrecuente oírle su preocupación porque adquiera “una infección hospitalaria”. Sin embargo, semanas más tardes ese niño y otros corretean por los pasillos de los hospitales mientras sus padres hacen la visita a la amiga que acaba de dar a luz un bebé. Como si esto fuera poco, la fiesta comienza en el hospital y montones de amigos fluyen a toda hora no solo a traer regalos y bendiciones, sino cuanto virus o bacterias tienen en sus manos, en sus párpados, en sus fosas nasales y en sus bocas. Y allí, en el mismo recinto resumido de una habitación hospitalaria, ni descansa el bebé de brazo en brazo, o recibiendo el aliento repetido de todos que se le acercan a darle un beso. ¿Se le ocurre a alguno pensar el altísimo riesgo de enfermar al que exponen a este bebé?
El recién nacido estuvo en un ambiente estéril en el útero de su madre gestante. Quizás tenga algunas defensas o anticuerpos que formara la madre durante su exposición a vacunas durante el embarazo o alguna enfermedad. Quizás no porque la mamá no se quiso vacunar contra el flú, ni contra la tos ferina, el tétanos y la difteria por temor a enfermar a su bebé que crece en el abdomen o, sencilla y gravemente porque su médico obstetra no vacuna durante el embarazo contra estas enfermedades o probablemente solo contra el tétanos. Tampoco sabe la madre que esas vacunas las debe recibir el padre, la nana y otra persona(s) que vaya(n) a estar en íntimo y frecuente contacto con el recién nacido. Estas vacunas a los padres y a los hermanitos en casa, y a quienes cuidarán al nuevo hijo o el primero, son la única y necesaria protección que tendrá ese niño antes de que se le comience a vacunar, a partir de los 2 meses de edad. Y si reconocemos que esas vacunas a los 2 meses de edad demorarán entre 6-8 semanas para producir protección en el bebé, una vez vacunado, entonces la suma y la resta es resta. El bebé podrá enfermar con estas enfermedades y con las que le trajeron al hospital aquella noche y días de fiesta con su nacimiento.
Quizás es hora que se cambie la fecha del jolgorio, de la fiesta, de la celebración y se limite el número de personas que visitan recién nacidos en los hospitales o de niños y hermanitos que visitan otros niños enfermos hospitalizados. Seremos más coherentes con la exigencia de cuidar bien a los niños.