- Mar 25, 2022
- Pedro Vargas
- Bebes, Cesáreas, Cordón umbilical, Cultura Científica, Cultura médica, Embarazo, La Prensa, MAESTROS DE MEDICINA, Obstetricia y Ginecología, Otras Lecturas, Para Doctores, Placenta, Poncheras, Puntos sobre las íes
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La “moda” es alguna innovación popularizada por diversas razones. En el mundo empresarial, para vender. No importa la calidad y el costo, que no se conocen hasta que hay que pagar. En medicina, una terapia “innovadora” es una no estandarizada, que se introduce en el “armamentarium” terapéutico sin prueba definitiva de sus beneficios o de sus efectos adversos, pensando en el mejor interés del paciente.
La obstetricia de los últimos años, científica y humanista, está cargada de novedosas tecnologías para hacer bebés varones, para hacer padres, para parir sin dolor, para nacer cuando yo todavía no quiero. Todas ellas propuestas al paciente con información suficiente para una opción realmente autónoma y justa. La neonatología, para cuidarlos.
Hay, sin embargo, un ramillete de alternativas alrededor del nacimiento de bebés, arreglado en la floristería de la moda, sin probados beneficios y presuntos riesgos que tienen que examinarse. La enumeración que sigue -y no entro en el parto en casa, que merece una opinión estricta y aparte- resalta dos grandes riesgos para el hijo por nacer o nacido: riesgos de asfixia y muerte, riesgos de infección y muerte.
Sumergidos en el agua. La inmersión durante la primera etapa de la labor del parto en grupos sin complicaciones, puede disminuir la utilización de anestesia regional para el parto. Cuando ya el cuello uterino está totalmente dilatado, no hay ninguna ventaja. Los riesgos potenciales, aunque raros son serios: enfriamiento, asfixia, neumonía por aspiración, admisión a cuidados intensivos por dificultad respiratoria y por infecciones por Pseudomonas y Legionella, y muerte.
Siembra vaginal. Embarrar todo el cuerpo: boca, nariz, ojos y piel del recién nacido que nace por cesárea, de secreciones vaginales de su madre para inocularle los microbios que tendría si nacido por parto vaginal, no confiere ninguna protección a este niño, por cuanto esa flora bacteriana no perdura para el resto de la vida. La siembra vaginal lo expone a organismos como el Streptococo beta hemolítico, el virus del herpes simple, y el SARS-CoV-2, el virus de la hepatitis B o la Treponema pallidum de la sífilis y a enfermarlo.
No cortar el cordón hasta que se deprenda solo. No hay ninguna prueba de su beneficio y expone al recién nacido a sepsis neonatal por exposición al tejido podrido o necrótico del cordón y la placenta.
Placentofagia. El consumo de la placenta después del parto, una práctica de algunos mamíferos no humanos para alejar predadores y por limpieza del lecho de sus cachorros, no tiene evidencia científica alguna de sus múltiples atribuciones benéficas, que solo reportan sus seguidores. Pero sí existe la contaminación de la placenta consumida con los riesgos para enfermar a quienes la manipulan y la consumen. Además, las temperaturas usadas para cocer o deshidratar la placenta no erradica bacterias y virus en ella.
No vacunar contra hepatitis B. No hacerlo deja sin protección al niño recién nacido contra la infección adquirida por la leche materna, que causa hepatitis crónica y cáncer hepático.
No profilaxis ocular. Aplicar ungüento de eritromicina oftálmica a los ojos del recién nacido, no debe dejarse de practicar en poblaciones como las nuestras, con prevalencia alta de infecciones de trasmisión sexual, como la gonorrea y la clamidia, que producen conjuntivitis y neumonía en el recién nacido.
Demorar el baño. No es lo mismo “demorar el baño por unas horas, incluso 12-24 horas, para no interferir en el control de la temperatura del bebé y en la iniciación de la lactancia materna, que no bañarlo hasta que tenga una o dos semanas de vida. Demorar el baño expone al bebe a colonización e infección por herpes genital, una seria infección para el bebé. Además, no bañarlo es antihigiénico.
El uso ético de terapias innovadoras es muy controversial. Solo se justifica una terapia innovadora cuando ella representa ser superior a la terapia convencional o cuando no existe una estandarización aceptable al respecto. Esto es de particular gravedad en las poblaciones pediátrica y neonatal, de alta vulnerabilidad. El marco ético del uso de formas innovadoras de terapia debe integrar la autonomía del paciente, el establecido rol de la institución de salud, el consenso profesional, la evaluación de la terapia innovadora y la forma legal del consentimiento informado.
Publicado por el diario La Prensa, de Panamá el 13/02/2022