- Abr 7, 2015
- Pedro Vargas
- Bebes, Maternidad, Padres
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Los bebés no son adultos pequeños». ¿Cuántas veces debemos recordarnos esto?, no sé. Quizás cada vez que queremos que se comporte como un adulto o cada vez que sus necesidades «interfieren» con nuestros planes.
Si es buena observadora, aparte de la ansiedad que le despierta a Ud., su niño o niña recién nacidos también se despiertan a las mismas horas, casi con la exactitud de un reloj, a las cuales se les notaba más activos en su vientre, durante el embarazo, y no importa a qué hora lo bañó para dormirlo ni a qué hora se durmió. Eso es debido a que efectivamente tiene «un reloj» dentro de sí, que va con la biología de sus necesidades y de su comportamiento, y cuyas horas son todavía, las del horario intrauterino. Factores como las proteínas que produce en su cerebro, como la luz a la que se expone o las temperaturas, los olores o el tacto que percibe parecen todos influir en la programación de ese reloj. Después del nacimiento ese aprendizaje se manifiesta con esa «exactitud de reloj suizo». Ahora, las necesidades de alimento también cuentan con otras necesidades biológicas. Desafortunadamente no coincide con el suyo, o, afortunadamente, porque todo ello asegura su normal crecimiento y su normal desarrollo. Ese reloj biológico es su ritmo circadiano y controla todas sus funciones biológicas. Entonces, forzarle a cambiar sus horarios, como suelen hacer no pocas madres y numerosas «prácticas», «nanas», «enfermeras» no es conveniente ni aconsejable. No se trata de «aconductar» a un bebé y romper el curso normal de su desarrollo. No son antojos ni malacrianzas.
Aunque puedan parecer «antojos», estos antojos de más tarde tienen sus propios relojes.