- Jun 11, 2017
- Pedro Vargas
- Alimentación, Leches
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Para los amantes de la ficción solo quiero señalar que para hablar de leches o fórmulas estándares, me refiero y se refiere la comunidad científica, a las leches con proteína animal de vaca. Ni de cabra, ni de ovejas, ni de camellos, ni de perros o gatos; leche de vaca. Ni leche orgánica, ni de arroz, ni de almendra, ni de quinoa.
Malnutrición y muerte es el resultado de usar estas leches y en un período crítico para el desarrollo óptimo del cerebro y sus funciones cognitiva. Y, como si fuera poco, ya se ha advertido que el crecimiento del cerebro y de las capacidades cognitivas del niño son superiores entre los niños que recibieron leche de vaca en su infancia, sobre aquellos que recibieron toda una variedad de otras leches, animales o vegetales.
Dicho esto, que es necesario en nuestra época de apóstoles de la nutrición y la salud infantiles sin estudios serios, paso a revisar asuntos puntuales sobre las leches de vaca estándares y la alimentación con esas leches
Hoy hay tantas fórmulas de leche de vaca para el bebé que, solo pararse frente al “stand” en un supermercado es como para volverse loco y volver loco al pediatra. Pero el pediatra debe conocer muy bien –si no todas las fórmulas- si aquellas que suele indicar usualmente sus pacientes, ya sean las estandarizadas o las especiales, de las cuales hablaré en otro escrito.
El interés en alternativas a la lactancia materna o a la leche materna es de muy antigua data, como se ha establecido, más de 4,000 años[1]. No existía la industria láctea aún. Nada reciente y bastante más cerca de los orígenes de la Humanidad, que tiene la edad de unas 300 generaciones[2] y si cada generación se calcula en 20 años, entonces andamos por el cumpleaños 6,000.
La industria apareció a mediados del siglo XIX, en los 1860s, cuando Justus von Liebig desarrolló y patentó la primera fórmula con leche de vaca. Era pulverizada y contenía harina de cebada, malta, bicarbonato de potasio y leche de vaca. Sin embargo, no fue hasta 1980 –hace 37 años- que la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) de los Estados Unidos fuera autorizada para asegurar la calidad y seguridad de las fórmulas infantiles.
Siguiendo los lineamientos y recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría (AAP) se exigió que las fórmulas infantiles contuvieran 29 elementos nutricionales. Hace 3 años, en 2014, la FDA terminó de estatuir los estándares para la manufactura de las fórmulas para niños. Entre ellos, que:
- probar que la fórmula favorece el normal crecimiento físico del niño
- examinar el contenido de nutrientes de la fórmula, tanto en su producto final como en la última fecha de vencimiento
- realizar inspecciones anuales a todas las instituciones que las manufacturan
En Estados Unidos, tanto las leches artificiales manufacturadas por la industria comercial como las hechas por los mismos comercios o tiendas son seguras y eficaces porque tienen que cumplir por igual con los requisitos establecidos por la Ley.
Las fórmulas de niños estándares contienen como fuente de proteína, la leche de vaca; como principal fuente de carbohidratos, la lactosa; y, como fuente de grasas, de una mezcla de aceites vegetales. Las fórmulas se presentan en polvo, para ser preparadas con agua, y líquidas, listas para ser ingeridas. Todas ellas contienen alrededor de 20 calorías (19-20) por cada onza de volumen. Y, para mantener este valor calórico, la fórmula en polvo tiene que prepararse con la cantidad de agua estipulada por el fabricante. Laas leches se preparan con una medida del polvo para 1 o 2 onzas de agua. La preparación de una medida de leche del polvo con 1 oz de agua, la distinguimos como 1:1; y aquella que se prepara con 1 medida del polvo por 2 oz de agua, la señalamos como 1:2. Esta nomenclatura es solo válida cuando se utiliza la medida que se incluye en cada lata de leche en polvo.
Lo rutinario para preparar, por ejemplo, 4 onzas de leche con un valor calórico de 20 calorías por onza es agregar 4 medidas de leche en polvo a las 4 onzas de agua que ya hemos medido, si se trata de una leche con la relación de 1:1 para su preparación; o 2 medidas de leche en polvo para 4oz de agua, si es una leche cuya relación para su preparación es de 1:2. Eso lleva el volumen total a algo más de 4 onzas finales.
En casos que requieren aumentar el valor calórico de la fórmula ingerida, se instruye a quienes preparan la leche para el bebé, cómo hacerlo para lograr este nuevo valor de calorías por oz. Por ejemplo, hay instancias en que queremos proveer al niño con 22 calorías por cada onza de leche que se toma. La forma más fácil de hacerlo -y la forma de hacerlo- es verter primero en la madera las medidas del polvo para las onzas que se quieren preparar, por ejemplo, si es una fórmula 1:1 para su preparación y queremos preparar 4 oz de leche, que tengan 22 caloría/oz se vierten primero las 4 medidas del polvo en la mamadera y luego se le agrega el agua hasta llegar a la señal o marca que completa las 4 onzas. Al final, no serán exactamente 4oz de agua las agregadas pero el volumen final sí será de 4oz. y el valor calórico será superior: 22 calorías/onza.
Cuando calculamos el número de calorías que requieren los bebés sanos a término para crecer bien -al menos en los primeros 4 meses de vida- hay que saber que la leche materna es más eficiente en ese aporte que las fórmulas, porque la mayor parte de las calorías en la leche materna se obtienen de las grasas, que por unidad de peso proveen más calorías que las proteínas y los carbohidratos o azúcares, y que se absorbe mejor y más fácilmente en el tracto digestivo de los bebés. Así, con alimentación de leche materna exclusivamente, un niño sano a término crece bien durante los primeros 4 meses de vida con 85-100 calorías por kilogramo de peso cada día, mientras que aquellos alimentados con leche artificial o fórmulas, requieren entre 100-110 calorías por kilogramo de peso cada día.
Todas las leches del 1er. año de vida tienen hierro como mineral esencial y todas las fórmulas que se le den a los bebés durante su primer año de vida deben ser “fortificadas con hierro” (10-12mg de hierro/litro). Las fórmulas que son “bajas en hierro” (4.5mg de hierro/litro), no tienen suficiente hierro para su bebé, porque los requerimientos de hierro de ese bebe alimentado con fórmula son de 1mg/kg de peso/día. Esas fórmulas no deben utilizarse durante el 1er. año de vida. Para los niños prematuros como para los niños enfermos o los niños que nacieron con bajo peso, los cálculos son otros.
En los bebés alimentados con leche materna, las concentraciones en el cerebro de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (LCPUFAs), son superiores que en los cerebros de los niños alimentados, con las iniciales leches de vaca modificadas. Por ello, hay fórmulas para bebés, desde el año 2002, que vienen también fortificadas con estos ácidos grasos: el ácido docosahexaenoico (DHA) y el ácido araquidónico (ARA). Es necesario puntualizar que la adición de estos ácidos grasos se promociona por la industria como que mejoran el desarrollo visual y neurocognitivo (inteligencia y sensorio) sin que exista un consenso sobre ello, en los resultados de múltiples estudios al azar y controlados. Por ello, la AAP no ha recomendado la adición de ellos en la formulación de las leches infantiles.
No es infrecuente conocer situaciones por las cuales al niño se le convierte prácticamente en un catador de leches artificiales maternizadas o fórmulas. Esto no sería así si el pediatra conoce bien las fórmulas y lo que se puede esperar de ellas. O, si la ansiedad materna cede a razones científicas. La más frecuente situación es “constipación o estreñimiento”.
Primero, advertiré que las leches fortificadas con hierro no son la causa de la infrecuencia de las defecaciones del bebé. Eso es una falacia muy popularizada. Si algo en la leche artificial o maternizada produce cambios en la consistencia de las heces es el contenido de calcio. Y eso, no varía realmente de una fórmula a otra. Usualmente el niño alimentado con fórmula defeca menos frecuentemente que el alimentado con la leche materna, las heces son más formadas o hasta duras y el color es más oscuro. Los niños que toman del pecho materno o leche materna tienen más agua en las heces que son afrechosas y verduzcas o amarillentas, además de más frecuentes pero eventualmente cambian.
Este cambio en las heces de un niño previamente alimentado del pecho que pasa a una fórmula es lo que más ansiedad y preocupación produce en la madre. Es un cambio normal y esperado y no le hace ningún daño al niño.
La otra situación que lleva a cambios de leche bastante temprano en la vida de un lactante es la intolerancia a la lactosa y la alergia a la proteína de la fórmula, prácticamente siempre, a la caseína de la leche de vaca. Para esto se utilizan fórmulas especiales que discuto en otro artículo.
Lo peor que ocurre cuando estos síntomas se consideran como indicadores de enfermedad -que en la inmensa mayoría de las veces no lo son- es que para la madre, su hijo es más vulnerable, es más enfermizo y lo es durante toda su vida de niño o hasta de adulto. Esta percepción es muy difícil de cambiar en una madre que se preocupa por el bienestar de su hijo.
[1] Milbrandt TP: Standard Infant Formula and Formula Feeding –Cow Milk Protein Formulas. Pediatric in Review. In Brief, 2017;38 (5): 239-240
[2] www/cs.unc.edu/–plaisted/ce/humanity.html
Aura
13 junio, 2017 at 12:57 am👍🏻
Pedro Vargas
28 noviembre, 2017 at 5:14 pmImportante ser claro que la leche de vaca es un alimento de origen animal y por ello, no es dañino pero que sí existen personas alérgicas a las proteínas y sensibles a los azúcares en ella. Esos son las personas para las cuales se podría calificar la leche de vaca como de uso prudente o dañino.