- Abr 25, 2020
- Pedro Vargas
- Alfabetización temprana, Aprendizaje, Ciudadanía, COVID-19, Crianza, Desarrollo Humano, Educación, Escolaridad, Jóvenes, Otras Lecturas, Reflexiones, Sociedad, Tecnología, Temas ciudadanos
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Mientras la pandemia del Covid-19 ha descubierto las disparidades de salud en muchas naciones, la crasa ignorancia de líderes mundiales sobre asuntos de Ciencia, la pobreza de los sistemas de salud públicos o sus certezas, la cuarentena ha destapado las fallas del sistema educativo. En nuestro medio el ruido entró por una rendija no muy pequeña pero olvidada, la educación en casa.
El problema a largo plazo no es si hay computadoras, tabletas o celulares en todos los hogares. Tampoco es si el volumen de tareas supera el espacio que permite el tiempo de un día de 24 horas o un horario de 8 horas de trabajo docente, y las energías y capacidades de los padres. El problema es el descubrimiento por los padres, en carne propia y por primera vez -válgase la redundancia- de que el sistema educativo no enseña ni forma al estudiante para investigar sobre temas, para extraer lo importante de lo escrito u oído, para aprender de la investigación o del estudio propuesto. En otras palabras, pensamiento crítico no es solo la combinación de 2 palabras altisonantes, sino ausencia, de una total ausencia para enseña a pensar, en las preocupaciones de nuestros docentes y ojalá no de todos.
Tengo madres muy preocupadas porque están todo el día haciéndole tareas y asignaciones que no tienen sentido, a sus hijos de 4 y 6 años de edad, o un chorro de obligaciones asignadas a los de 7 y 9 años. Como que el interés primario de la escuela es que entreguen la asignación y ya se cumplió. Sin embargo, la escolaridad en la vivienda o el hogar no es la que produce inconformidad y frustración sino el descubrimiento de que no importa cuántos años se cursen, no se tiene una metodología que estimule el cerebro humano y el entusiasmo por aprender del niño. Eso es lo que han descubierto con aguda preocupación y frustración.
Para el estudiante de 9 o 10 años, como para la de 11 y 13 años el asunto asignado se resuelve con “copy and paste”, sin sospechar siquiera que todos los de su clase estarán haciendo exactamente lo mismo y de las mismas fuentes. En las lecturas que hacen en casa, se comienza a descubrir con preocupación válida que el estudiante de la primaria no entiende lo que lee, no conoce la importancia de lo que ha leído y no es capaz de hacer un resumen de lo aprendido. Es terrible llegar a la conclusión que no han servido los años de escolaridad para aprender, para resolver problemas, para dar a cada cosa su lugar y su momento. El raciocinio se abandonó y solo se requirió una nota superior a la del fracaso para pasar a las vacaciones y, más tarde, graduarse la escuela y enfrentar el mundo.
A mí me ha conmovido una frase tan elocuente y dolorosa que he leído recientemente: “mis hijos tienen años saliendo a las 6:30 a.m. y llegando a las 4:00 p.m., y eso para no decir a las 7:00 p.m., y esperaría que conocieran mejor cómo investigar en los libros y en las bibliotecas, cómo aprender para que quede la enseñanza y la formación, y no dejarlo todo al alcance de 4 líneas de Google que se copian, se recortan y se pegan. Esperaría también que los maestros se aparten de la recitación de memoria y formen sobre cómo pensar”.
Al menos, estudiar con los hijos pequeños y vigilar el estudio de los más grandes en casa, ha permitido a las madres y padres descubrir las falencias de una educación canalla en un momento horrible de la Humanidad. Como si una preocupación de tal envergadura, no fuera suficiente.
Maria Gabriela
25 abril, 2020 at 6:47 pmExcelente articulo Dr. Por estar en casa hace varios años, me he podido dar cuenta de esto y es frustrante. He podido ayudar a mis hijos a que entiendan que tienen que investigar mas allá, para poder entender y formar opiniones con base.
joseph ch
26 abril, 2020 at 3:20 amSi los padres no exigimos, vamos a seguir recibiendo lo mismo.