- Jun 5, 2020
- Pedro Vargas
- Adminstración de Salud, Coronavirus, COVID-19, Educación, Escolaridad, Salud Pública, Sociedad
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Mientras se revelen deficiencias en el propósito y los instrumentos para trazar los contactos y contagios por el SARS-CoV-2 y los números de infectados continúen en ascenso con ratas de contagios por enfermo por arriba de la relación de 1:1 o 1.0 la decisión de iniciar clases presenciales merece amplia discusión entre las partes interesadas: el ministerio de educación, el ministerio de salud, los padres de familia y los estudiantes.
El concepto de que los niños constituyen un porcentaje bajo de infectados de COVID-19 es cierto[1], y que las complicaciones de la enfermedad son menos frecuentes y menores en los niños que en los adultos, también es cierto. Pero esto no es decir que no ocurran serias consecuencias de la infección en los niños, incluyendo su muerte.
Los tamaños de las clases deben ser disminuidos para cumplir con las regulaciones del distanciamiento y asegurar buena ventilación e higiene[2]. Los claustros escolares que adolecen de servicios higiénicos, que incluye agua potable todo el tiempo, jabón en cada unidad de lavamanos, funcionamiento probado de la disposición de excretas, toallas desechables para el secado de las manos y papel higiénico para la limpieza se les debe prohibir su reapertura para clases presenciales. Es necesario que la entrada de cada salón de clases cuente con alfombras que absorban desinfectantes de superficie para la limpieza del calzado al entrar y salir de clases.
Es importante que se siga honrando la tríada de recomendaciones para la contención de la infección[3]: (1) separación de al menos 2 metros o 6 pies, (2) lavado de las manos con jabón frecuentemente, (3) utilización de más cara facial y no solo tapa boca. La disposición de gel alcoholado en la entrada de los salones de clases debe facilitarse y vigilarse.
El currículo como el horario de clases deben modificarse para reducir horas de estadía en las escuelas y priorizar el material formativo. De manera escalonada aquel horario se podrá modificar estableciendo la seguridad de los estudiantes antes que el cumplimiento con el currículo anterior, al inicio de la pandemia. Igualmente se debe establecer un sistema práctico y sencillo para detectar enfermedad y disponer de termómetros infrarrojos, y ante la sospecha de enfermedad contactar inmediatamente a los padres para que retiren el estudiante de la escuela y lo lleven a consulta médica urgente. La escuela debe tener acceso y conocer íntimamente el procedimiento a seguir estrictamente frente a niños infectados o con sospechas de infección por SARS-CoV-2.
Los padres de familia como los estudiantes deben comprender que, aunque hayan cumplido con los requisitos de la escuela virtual en casa, existe una diferencia significativa entre los estudiantes con respecto al aprendizaje con esta modalidad y al aprendizaje en la clase presencial, tanto en la amplitud y profundidad de la discusión de los temas como en las facilidades para examinar y demostrar los conocimientos adquiridos y el aprendizaje crítico.
Los maestros deben reconocer igualmente el impacto emocional del estudiante durante este largo período de confinamiento en sus casas y cómo afecta su salud mental, su capacidad de concentración y su desempeño social y comunitario. Se requiere de gran empatía y paciencia en la labor docente para acompañar al estudiante a su recuperación no solo curricular sino emocional. Si estos asuntos son de importancia incuestionable, llevados al escenario de estudiantes con capacidades diferentes, no se puede desdeñar ninguna arista del asunto y se debe potenciar la contribución de la escuela para afrontar y superar situaciones especiales y puntuales. Es por ello que los servicios de consejería psicológica adquieren singular importancia en las escuelas tan pronto se haga la reapertura escolar presencial.
Los padres no deben por ningún motivo abandonar su participación en la protección de sus hijos mediante la consulta a su pediatra, al centro de salud, a cumplir con las vacunaciones por edad y por la circulación de organismos infecciosos periódicos. El riesgo de otras enfermedades no lo ha secuestrado la pandemia de COVID-19, ellas no han dejado de existir y el de sufrir serias enfermedades y complicaciones ya controladas por la práctica responsable y puntual de la vacunación, es un riesgo hoy cuando los padres por razones varias, entre ellas las medidas nacionales de confinamiento doméstico, han fracturado el esquema de vacunas que cada niño tiene derecho a que se le cumpla.
Estas consideraciones no pretenden reemplazar las decisiones de las autoridades nacionales respectivas, son producto del consenso de otras instituciones de salud caracterizadas por el cuidado del niño[4].
[1] Lee B, Raszka Jr WV: COVID-19 transmission and children: the child is not to blame. Pediatrics. 2020; doi: 10.1542/peds.2020-004879. Published online May 26, 2020
[2] CDC: Reopening Guidance for Cleaning and Disinfecting Public Spaces, Workplaces, Businesses, Schools, and Homes. Last Reviewed: May 7, 2020
[3] CDC: Childcare, Schools, and Youth Programs. Plan, Prepare, and Respond. Last Reviewed: May 29, 2020
[4] AAP: COVID-19 Planning Considerations: Return to In-person Education in Schools. Critical Updates on COVID. Last Updated 05/27/2020