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Ha regresado el médico que contrapone su salud en favor de la del Otro, que vence el cansancio con su trabajo, que acompaña al enfermo, que sufre con la familia del paciente la separación del enfermo y la muerte en soledad y solitario. Hoy el médico de vocación viste humildad y prudencia, luce sabiduría y responsabilidad, se entrega al cumplimiento de su labor y profesión sin discriminaciones y con coherencia.  Es necesario que todo ciudadano se haga responsable de sus actuaciones orientando sus acciones en el bienestar de su familia y sus amigos.

 

¿Por qué para algunos ciudadanos, el mandato de usar una máscara facial cuando se está fuera del hogar, se considera un atentado contra la libertad y hasta contra la salud, cuando es una decisión para proteger al Otro?

 

Para vivir en sociedad nos regimos por un contrato social donde todos cuentan, todos valen, todos tienen derechos.  Cuando yo me coloco una máscara facial lo hago para no contagiar a quienes están a mi alrededor con los microorganismos infecciosos que puedan portar mis partículas húmedas de saliva y de secreciones respiratorias que viajan con la tos, con el estornudo, con la producción de palabras de mi boca, incluso, lo que el solo respirar transporta de adentro hacia afuera.  Y, estoy también pensando en aquel que no tiene una máscara puesta y en aquel otro que no puede guardar 2 metros de alejamiento conmigo.

 

El contrato social también comprende el lavado de las manos y el distanciamiento social.  Y, como contrato, no tiene excepción de lugar y se observa en todas partes y calles de la ciudad, el supermercado, la farmacia, la estación de gasolina, el parque, el comercio, la oficina médica como en los pueblos grandes y pequeños y las playas.  Como acto de convivencia social no debo siquiera esperar una ordenanza judicial para ser voluntario en ese propósito de convivencia y salud.

 

Desafortunadamente, las poblaciones necesitan más voluntarios si se exigen menos ordenanzas judiciales, ante crisis sanitarias públicas, o más ordenanzas judiciales si no hay voluntarios para vivir en sociedad y bajo contratos sociales.  Y esta situación es universal.  Donde no se hizo mandato usar máscaras faciales, mucho menos ciudadanos las usaron y donde se hizo por mandato, los porcentajes de uso han sido superiores.  Esos estudios también han demostrado, cómo en regiones donde se usaron máscaras se disminuyó la diseminación viral[1] [2]  Claro que resulta difícil que todos los ciudadanos acepten data científica y mucho más difícil que acepten señalamientos de conductas, pero la data científica llega siempre y cuando se utilice con claridad y simpleza.

 

El mandato en salud pública lo legitima la información cierta y los números logrados a partir de ensayos y encuestas bien llevadas.  La crisis del COVID-19 no es el primer y único problema de salud pública que se enfrenta.  Otras enfermedades infecciosas, que incluso gozan del beneficio de una probada vacunación, también hacen crisis y hace crisis el mismo concepto de vacunas y vacunaciones.  En todo caso o situación poder presentar con claridad y sencillez el valor probado y beneficioso de una intervención en particular, en la ausencia de otras medidas con iguales beneficios, debe ser un instrumento que mejora el cumplimiento con un mandato.

 

Hoy, frente a una epidemia global con un organismo desconocido de alta contagiosidad y para la cual no hay medicinas nuevas y específicas, ni medicinas o biológicos conocidos para otras condiciones, que pudieran mostrar eficacia y seguridad -con excepción de los corticoides para pacientes hospitalizados- como tampoco se tiene disponible una vacuna que permita protección puntual, quedan medidas de salud pública como el lavado de las manos, la distancia física, el uso de máscaras faciales y la cuarentena.  Ninguna de ellas comunes al comportamiento de los ciudadanos, ni el lavado de las manos siquiera, en tiempos pre pandemia.  Por ello su dificultad para ser aceptadas.

 

El mandato no es una simple recomendación y en salud pública, ciertas intervenciones recomendadas adquieren el carácter de obligadas u obligatorias, con el consabido rechazo, porque, todo mandato requiere de un rol activo que penaliza a quien lo rehúye o lo incumple.  El uso liberalizado de “mandato” y el abuso en las opciones al respecto, se constituyen en un obstáculo para el cumplimiento de recomendaciones en salud pública.  Esto ha sido advertido oportunamente por Matthew K Wynia, en consideración a la vacunación obligatoria para el personal de salud.[3]

 

 

 

 

 

[1] Brooks JY, Butler JC & Redfield RR: Universal Marking to Prevent SARS-CoV-2 Transmission-The Time Is No. (Editorial). JAMA. Published online July 14,2020. Doi:10.1001/jama.2020.13107

[2] CDC Newsroom. Press Release: CDC calls on Americans to wear masks to prevent COVID-19 spread. July 14, 2020

[3] Wynia MK: Mandating vaccination: what counts as a mandate” in public health and when should they be used? Am J Bioeth. 2007 Dec’7(12):2-6. doi: 10.1080/15265160701795809

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