- Jun 2, 2018
- Pedro Vargas
- Adminstración de Salud, Atención médica, Bioética, Derechos Humanos, Hospitales, Narrativa Médica, Para Doctores, Práctica Médica
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La Narrativa Médica es un puente entre el cuidado basado en evidencia y las humanidades médicas. Como la ha adjetivado Maria Giulia Marini, “la Narrativa Médica es democracia”, al conectar pacientes con los sistemas de salud[1]. Cada escrito nace de una vivencia, dolorosa algunas veces, feliz, otras, pero siempre una vivencia donde el cuidado médico se confronta con el humanismo de la atención. Este a continuación no es la excepción. Se me contó esta noche y no puedo dejarlo esperando, como dejamos esperando a no pocos, la atención que requieren.
Debo confesar que anoche cuando publiqué la primera forma de este escrito estaba frustrado a un grado que solo mi escrito podía descubrir. La misma y peor frustración de la familia del paciente a que me refiero. Y digo que peor frustración porque soy médico, porque soy parte del blanco donde se dispara sin o con puntería, y porque mi profesión la honro con el servicio. Espero que todos se den cuenta que también soy un ser humano.
Hoy, no hace 5 años, hoy, en el Hospital Oncológico no hay sábanas para cambiar las ensangrentadas de un paciente con cáncer.
No hay algodón para limpiarle el sangrado de una punción torácica hecha para removerle líquido pleural y no se dispone de un sistema de drenaje higiénico y sellado, como obligan las consideraciones probadas por evidencia, del control de infecciones y de aislamiento. Como si se ignorara o no importara reconocer que las infecciones asociadas al cuidado médico de la salud representan el más serio riesgo de muerte para un paciente hospitalizado.
– “Mi papá está hospitalizado (en el Oncológico) y no hay para cambiar las sábanas manchadas de sangre…le hicieron una punción en el pulmón y le pusieron un drenaje, sabes cuál es la bolsa del drenaje?, un guante de latex”.
Las infecciones nosocomiales requieren estrictas medidas de aseo e higiene, puntuales políticas en el uso de antibióticos, recursos humanos entrenados que actúan ya reflejamente con medidas personales que eviten la diseminación de organismos resistente y letales, estructuras intrahospitalarias diseñadas de tal forma que se facilite el cumplimiento de probadas conductas de prevención.
¿Cuánta deshumanización se requiere para mirar para otro lado, para ni siquiera pasarle visita a los enfermos y ver este detestable e ignominioso golpe a los Derechos Humanos y a las más básicas normas del manejo del paciente hospitalizado? ¿Cuánto desgreño administrativo tiene que existir para que el juramento de servicio en una casa de salud, donde se debe aliviar la enfermedad o curarla, sea burlado de esa forma? ¿Cuánto quisiera un médico que se tratara a su padre así? ¿Cuánto demora detenerse a saludar la paciente y a su familia, que cuidan del paciente siempre, y darles unas palabras que le indiquen qué resultados se están obteniendo o no de las medidas médicas y quirúrgicas? Eso es todo lo que su familia y el paciente quieren conocer, y, si no fuera así, acercarse entonces a saludar, a dar los buenos días, a preguntar qué se les ofrece. Hay pacientes y familias que no quieren oír noticias por temor. Entonces se les respeta pero no se les ignora por ello. A nadie se le puede reducir a ser invisible.
Cuando quienes viven estas penurias indolentes e indignas consideran las facilidades del hospital como una pocilga para tirar con desprecio a enfermos terminales -como si fueran cadáveres en ruta- y a pocos metros vociferan y ensordecen las arengas de los diputados por más y más cantidades obscenas de dineros, ¿no pueden con certeza afirmar que esos unos se proponen hacer más pobres a los ya pobres, a aquellos burlados seres humanos del país? ¿Será esto una reacción histérica de quien tiene dolor o será una frustrante imagen real de lo injusto que somos con los otros?
Los guantes son para las manos, no para drenajes. Son para aislar las manos de quien cuida y continuamente está en contacto con fluidos corporales y material infeccioso o infectado, potencialmente peligroso. No son para convertirlas en bolsas de drenaje de un sistema abierto que arriesga críticamente la seguridad del paciente. Las precauciones estándares para constituir en seguro para el paciente el ambiente donde está, incluye prácticas seguras para inyectar, manejo y disposición puntuales de todo lo que esté o haya estado en contacto con fluidos corporales contaminados, y, mantener un ambiente limpio e higiénico todo el tiempo, no importa las circunstancias.
¿Cómo puede la autoridad médica no embarrarse de esa sangre? ¿Cómo pueden el médico oncólogo, el cirujano de cáncer y el especialista en infecciones hospitalarias tolerar –ni siquiera en el punto más bajo de su formación médica- un drenaje tan primitivo y tan inhóspito para resolver la enfermedad y devolver la salud, y que es excelente medio de cultivo para organismos e infecciones que matan? ¿Cómo puede una enfermera, ese ángel que conocemos cerca del paciente y sus sufrimientos, no buscar una sábana para la cama del paciente y cambiarla cada día o hasta más veces si se hace necesario por higiene? ¿A quién corresponde vigilar y asegurar que los insumos necesarios para las curaciones estén siempre disponibles para todos los pacientes? ¿Cómo podemos los médicos que conocemos sobre la enfermedad y sobre el impacto en los seres humanos, no ponernos en el lugar del paciente que tiene derecho a un cuidado amable, humano, científico y seguro?
El paciente no tiene por qué luchar, aún enfermo, para que se le reconozca como una persona, como un ser humano. Su abandono a la enfermedad y a la soledad no es un acto humanista y, mucho menos científico. La tarea agobiantes, las horas que no terminan y que siente el médico y el personal de salud en el ejercicio de su servicio, también lo siente el paciente. No hay excusa para desviar la ruta, para salirse de la presencia del paciente porque de no hacerlo habría que dar un servicio más, emitir una palabra agradable, hacer un gesto amable. Y por ende a sus familias. ¿Acaso no nos damos cuenta que, precisamente, esa dosis de energía es la que necesita el paciente, la que enriquecerá la confianza y el respeto mutuos entre paciente y proveedor de salud?
No hay cabida para que un médico o una enfermera utilice un lenguaje cortante, no hay lugar para pocas palabras, para la “última palabra”. Quien sufre mayor ansiedad es el paciente, ese paciente espera comprensión, amabilidad, entusiasmo, competencia profesional de cada uno de nosotros y somos nosotros los que tenemos que crear el ambiente para ello. Quien no se sienta capaz debe con profesionalismo y honestidad pedir un reemplazo.
Nadie debe dejar un hospital sin conocer lo mismo que conoce el médico de su condición. No hay excusa alguna para mantener información o escondida o incompleta. La información le pertenece al paciente, tenga o no con que costear los gastos de su hospitalización. No tiene por qué ser diferente el tratamiento personal del paciente en un hospital privado que en un hospital público. Y entendamos con esto, que todo paciente necesita más tiempo para entender esos resultados y ese tiempo y esa información estamos en la obligación de dárselos. No propongo que se le desanime al paciente con la información que existe, pero tampoco que se le engañe. Se le debe respetar su deseo de conocer o desconocer.
Los pacientes con cáncer no quieren tener cáncer, no quieren tener cirugías, no quieren tener radioterapia, no quieren tener quimioterapia y no quieren morir. Están en constante negación de su enfermedad y en constante miedo por su enfermedad. Trate Ud. de pensar que se encuentra en esa situación. Un momento. Hágalo solo un momento a ver si lo puede superar, si lo puede hacer distinto. A ver si quiere tener personas a su alrededor y que sean amables y tengan toda la resistencia del mundo para no cansarse con usted. ¿Es esto acaso difícil de entender por nosotros los médicos y las enfermeras? ¿Es por estas posturas del paciente enfermo que nosotros respondemos con agresividad pasiva a estos pacientes y no les atendemos como debe atenderse a todo ser humano?
El cuidado de salud debe ser diseñado basados en las necesidades y los derechos de los pacientes y sus familias. No hay otro camino. Ese es el camino humanista que debe seguir La Ciencia, y el camino científico que deben seguir Las Humanidades. 1/6/2018
[1]Maria Giulia Marini: Narrative Medicine. Springer International Publishing Switzerland. 2016