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Decía en la primera parte de este escrito que la marihuana que me seduce es esa que la juventud consume desde muy temprano, diariamente y de forma intensa y compulsiva, como toda adicción. Antes de entrar en el otro asunto que me seduce (la marihuana medicinal como puerta para acariciar la recreativa y su legalización), señalo brevemente otros dos efectos de la marihuana sobre la salud.

La interacción de la marihuana y factores genéticos e incluso ambientales es compleja, pero real. El suicidio como la aparición de primeros episodios o crisis esquizofrénicas con su uso está documentado en varios estudios cuidadosos, tanto en familias con historia de estas situaciones como en familias sin esa historia. La disminución cognitiva de los individuos que se inician temprano en el uso de marihuana, que lo hacen de forma intensa y duradera, también es controversial, pero hay suficientes elementos para no negar sus efectos nocivos estructurales y funcionales.

La legalización de la llamada “marihuana medicinal”, que -repito- no es la planta ni se fuma, confunde a quien no reconoce que, medicinales, son solo tres productos para uso exclusivo de adultos, que contienen estrictas combinaciones porcentuales de pesos para THC y CBD, y uno para uso ético y exclusivo de niños mayores de 2 años de edad, a base de CBD puro. Exclusivos, porque están aprobados para, en los adultos: (1) los síntomas subjetivos por espasticidad de la esclerosis múltiple, (2) vómito por uso de quimioterapia y (3) dolor crónico; y, en los niños, para dos síndromes de convulsiones intratables: (1) el síndrome de Dravet y (2) síndrome de Lennox-Gestault.

¿Cuáles resultados se conocen hasta ahora con la legalización de la marihuana medicinal en Estados Unidos? (1) Se observó la migración creciente de personas hacia esos estados; (2) un mayor porcentaje de jóvenes entre 12 a 17 años de edad usan más marihuana; (3) más consultas hospitalarias por ingesta accidental en niños de compuestos comestibles con marihuana (“edibles”); (4) quemaduras serias ocurridas con el tratamiento térmico de la planta; (5) más conductores que usan marihuana envueltos en serios accidentes de autos, y (6) intoxicación con otras drogas “duras”. De particular interés ha sido conocer que se ha producido un cambio del número de personas con condiciones calificadas para la prescripción de cannabis medicinal y así, en ocho años, de 2009 al 2017, el dolor crónico reportado pasó de por debajo de 50,000 pacientes a arriba de 600,000 pacientes, mientras hubo solo un aumento de algo menos de 100,000 pacientes con esclerosis múltiple.

Igual de revelador es el hecho de que en cinco años, de enero de 2014 a abril de 2019, las ventas por cannabis totales se incrementaron de $40 millones a $160 millones, mientras que las ventas de marihuana medicinal, en esos cinco años, se mantuvieron alrededor de $30 millones por año, lo que significó un aumento de las ventas de marihuana al detal o al por menor de por debajo de $20 millones en el año 2014 a $120 millones en el año 2019. Las ventas acumulativas fueron de algo más de $6 millones a casi $700 millones, cinco años más tarde.

¿Han pensado legisladores y gobiernos cómo enfrentar estas experiencias que ya se viven en otras regiones donde la “marihuana medicinal” ha sido aprobada? ¿Cuándo comienza la educación sobre la neurociencia de las adicciones y las políticas públicas a la población, a los estudiantes de medicina y de farmacia, al personal de salud, a los expendedores de “marihuana medicinal” y a los entusiastas empresarios por la salud? ¿Por dónde anda la “reglamentación” de la recién aprobada ley de cannabis medicinal?

Sin conocer y aplicar la información científica y médica disponible, sin aprobar un presupuesto decente a la investigación para que el papel no se pudra, este es un experimento social que será muy costoso. Rosario Queirolo, politóloga de la Universidad Católica de Uruguay, ha sido enfática: “Creer que la legalización de la marihuana puede derrotar al narco es un disparate”, y agrega: “la evidencia de Estados Unidos, aún más que la de Canadá, muestra que cuando sacas el genio de la lámpara, es imposible meterlo después adentro”.

Godfrey Pearlson sugiere que, frente a la legalización de la marihuana, se debe seguir la experiencia de Canadá: prohibir la producción o venta de productos que le sean atractivos a los jóvenes; prohibir la manipulación de las etiquetas; prohibir su venta en máquinas de expendio de productos y su venta a domicilio; prohibir la venta a personas menores de 21 años de edad; prohibir el “vapeo de tabaco” y la venta de “lápices” y cartuchos, vehículos para fumar marihuana; castigar severamente la conducción de automotores bajo los efectos de marihuana; prohibir los productos sintéticos de cannabis; vigilar estrictamente la proliferación de productos y extractos heterogéneos y con potencias variables para THC y CBD, y penalizar fuertemente, con dinero y cárcel, a quienes incumplan con estas prohibiciones. El Minsa tiene la palabra.

Llamar la atención de estos asuntos médicos no debe utilizarse para discriminar y estigmatizar a las personas que usan marihuana y, como lo he señalado antes, el crimen no está en su uso, sino en los propósitos de quienes la trafican ilegalmente.

Publicado en el diario La Prensa, de Panamá, el 6 de mayo de 2022

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