Razón y estupidez, ciencia y ficción, evidencia y suplantación, beneficencia y maleficencia, hechos y opiniones, vacunadores y anti vacunas, sociedades y tribus, naciones y sectas, ingenuos y malditos.  Toda esa polarización terrible ha sido posible para creer y hacer creer que, toda opinión es válida porque se la permite, que toda mentira debe circular, para ganar las batallas.

Lo escandaloso, lo extravagante, lo vulgar hay que divulgarlo, porque la libertad no tiene límites ni responsables si se cree en ella, porque lo que importa es crear terror, explotar las emociones y burlar a los vulnerables.  Porque la verdad tiene que morir.

Recordemos la orden del tristemente célebre Donald Trump al prohibir al Centro de Control de Enfermedades Transmisibles, el CDC, utilizar las frases “basado en evidencia”, “basado en la ciencia”.  Puso la ignorancia de moda y a los métodos para lograr sus fines, les dio brillante lugar en la opacidad moral de sus actos. En las redes continúan quienes le emulan.  De la adicción al  infoentretenimiento, en la edad de la sin razón, de Susan Jacoby se ha pasado al goce de la infamia de la infodemia, cuando, precisamente, el universo de las personas confiarían en surcar los tiempos delicados y dolorosos de la pandemia, en solidaridad, respeto y servicio.  5/09/2021