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Las vacunas son biológicos estrictamente estudiados y preparaciones minuciosamente cumplidas con el objeto de que en el cuerpo humano, estimulen una respuesta protectora contra la enfermedad específica de la que se quiere proteger.

 

Para ello, el individuo vacunado debe tener la capacidad de responder produciendo anticuerpos específicos, y la vacuna debe haber demostrado ser la forma que induce respuesta en el individuo capaz de responder.  Es por ello que, no todas las vacunas en existencia se pueden aplicar a cualquier o todas las edades, por ejemplo, o que algunas solo deben ser aplicadas en ciertos grupos etarios.

 

Hasta ahora, el principal obstáculo para vacunar muy temprano, por ejemplo, a un recién nacido o un bebé lactante, es la presencia en su circulación de anticuerpos formados con anterioridad o durante el embarazo, en el organismo de la madre gestante.  Esos anticuerpos protectores maternos que cruzaron la barrera placentaria durante el embarazo, inhiben la respuesta a los antígenos de las vacunas -respuesta antigénica- que recibe el bebé.

 

El ingrediente activo de la vacuna es del mismo virus o bacteria de la enfermedad que se quiere proteger.  En algunas, ese ingrediente está debilitado, modificado para que no produzca la enfermedad, sin perder su capacidad de inducir la producción de anticuerpos necesarias para combatir el patógeno salvaje cuando se presente. Estas vacunas se conocen como vivas atenuadas.  Estas vacunas no deben darse a personas con un sistema inmunológico comprometido, como aquellos que reciben medicamentos que lo afectan y predisponen a enfermedades infecciosas, o que nacen con ese sistema de defensas, debilitado o nulo. Hay otras, inactivas o de virus muertos, desde el punto de vista de inducir síntomas de la enfermedad y porque el ingrediente activo, toda la bacteria o todo el virus están muertos.

 

También se clasifican como vacunas acelulares porque no contienen el organismo entero sino algunas porciones como una proteína o un azúcar, que son reconocidos por el ser humano como extrañas y entonces se inicia el proceso de crear anticuerpos contra esas porciones, y se constituye así la vacuna acelular.  Hoy día ya prácticamente no hay vacunas que no sean acelulares.  Las vacunas celulares del pasado eran además muy reactogénicas, es decir, producían serios efectos adversos a su administración.  Una de ellas era la vacuna contra la tos ferina, que daba reacciones muy molestas.  Hoy día, la vacuna contra la tos ferina es acelular y por eso la letra a minúscula antes de la P mayúscula (aP), por pertussis, que es el nombre del organismo que produce la tos ferina, la Bordetella pertussis.  Cuando esa vacuna se da junto a la vacuna contra la difteria y el tétano, se identifica como DaPT.

 

Además de esta vacuna toxoide, que contiene toxinas inactivadas de las bacterias patógenas, otras vacunas acelulares son las conjugadas y las recombinantes.  Estas últimas hechas de bacterias y hongos que hacen copias de moléculas específicas del patógeno para el cual se quiere hacer la protección con la vacuna.

 

Las vacunas contienen otros elementos o coadyuvantes:

 

  • Metales
  • Aceites
  • Moléculas biológicas

 

 

El aluminio es uno de ellos y en forma de sal de aluminio.  Este coadyuvante potencia la capacidad del biológico para producir anticuerpos.  Este metal se utiliza incluso en la industria de alimentos.  Algunos hombres de ciencia consideran que estas sales de aluminio son tóxicas a las neuronas cerebrales, pero muchos expertos han probado que eso no es cierto y comienza a reconocerse por sus adversarios.  La vacuna contra el flu, por ejemplo, no contiene aluminio, contrario a lo que pueda haberse publicado sin sentido científico.

 

El escualeno, un aceite natural, es otro coadyuvante que se contiene en algunas vacunas. Una de las vacunas contra el flu utilizada solo en personas mayores de 65 años, contiene aceite de hígado de tiburón, el MF59, que contiene escualeno.

 

El número de excipientes que contienen las vacunas es muy variado y diferente entre ellas.  El timerosal es uno de ellos.  Se utiliza más con las vacunas de multidosis y se utiliza porque mata bacterias y virus que podrían contaminar las vacunas.  Tiene un 50% de mercurio, pero el mercurio que contiene no es neurotóxico y se elimina prontamente del organismo.  El mercurio neurotóxico es el que se encuentra en el pescado de aguas profundas, como la tuna.

 

La gelatina es otro excipiente estabilizador de las vacunas.  Protege el ingrediente activo de la vacuna.  Suele proceder del cerdo y es altamente procesado antes de ser introducido en el biológico.  Otros estabilizadores usados en algunas vacunas son el sorbitol, la sucrosa y la lactosa que son azúcares.

 

El Polisorbato 50 es un emulsificador que se utiliza en la industria alimenticia en los helados de leche, en los postres de gelatina, en las salsas de barbecue y en algunos productos como los pepinos dulces.  En las vacunas contribuyen a mantener la solubilidad de ellas.  Se ha querido ligar este emulsificador a problemas del sistema reproductivo y falla ovárica temprana, particularmente en las niñas que reciben la vacuna contra el virus del papiloma humano.  Esto no ha sido probado, y este emulsificador se usa desde antes y sin problemas con otra vacuna, la vacuna contra el pneumococo.

 

Durante la producción de las vacunas, el proceso requiere del uso de antibióticos para prevenir la contaminación bacteriana de vacunas antivirales.  Los antibióticos más utilizados son la neomicina, la estreptomicina, la polimixina B, la gentamicina y la kanamicina.  También s utilizan reguladores de la acidez como el ácido succínico y el adipato de disodio para logar mantener un pH o acidez del producto, apropiada. El suero bovino también puede encontrarse como uno de los remanentes de la producción de las vacunas, particularmente la ovalbúmina, que se encuentra en la clara del huevo.  Cantidades mínimas de glutaraldeído y de formaldeído también se encuentran en las vacunas como consecuencia del proceso de su producción.

 

Algunas vacunas contienen material celular humano en cantidades muy pequeñas, utilizado en el procesamiento de las vacunas.  Algunos grupos las rechazan porque ese material celular procede de células fetales.  Por ello, otras vacunas utilizan líneas celulares de órganos o tejidos animales embrionarios.

 

Todos y cada uno de estos ingredientes cumplen un papel en la producción de las vacunas para mejorar su capacidad de inducir protección, para protegerlas de contaminación bacteriana o viral y para lograr su estabilización, que las hará útiles por mayor tiempo.

 

No basta conocer estos aspectos sobre la producción de las vacunas para vences la ansiedad o “hesitancy” de las familias y los individuos con respecto a la vacunación.  Sin embargo, es necesario conocer más y mejor sobre ellas para aprobar su uso tanto en uno mismo como en los hijos.

 

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