Call: +507 269-9874
Address: Consultorios Médicos Paitilla
blog img

No es tiempo de llorar, no importa qué oscuro se haya tornado el cielo en esta noche. Ricardo Arias Calderón, nuestro hombre del siglo, descansa.

Llegó el tiempo para las lecciones que se aprenden cuando el maestro deja el aula. Llegó el tiempo para reconocer que la postura patriótica es la vertical; para recordar que la honradez en la función pública no es una promesa sino la forma de ejercerla; para gritar que la voz es alta cuando dice la verdad y no tiene lugar para la mentira, que la opaca. Llegó el tiempo para emular la alegría en el rostro de Ricardo empeñado en cada lucha, no importa qué lejos y difícil se hiciera el camino y el cansancio en las manos; no importa cuánta bayoneta apuntara a su pecho; no importa cuánta ignominia lo despojara de sus derechos o tratara de doblegarlo.

No es preciso decir que Ricardo luchó contra la dictadura militar que agobió a ciudadanos de todas las estirpes. Ricardo luchó siempre por la libertad. Esa libertad que descubrimos perdida cuando el silencio es la opción, cuando la pobreza no tiene solución, cuando el delito es epopeya, cuando la burla y la mentira son instrumentos que se legalizan. Ricardo combatió los abusos del poder, contestó al autoritarismo y, humanizó la acción política desde las fuentes de su profundo cristianismo. Su fortaleza y su incansable resistencia estaban hechos de su compromiso ético con la ciudad y la cultura, y su insobornable concepto de la dignidad humana.

No es cierto que Ricardo fue un hombre para otros tiempos. Él fue un hombre de estos tiempos y para estos tiempos. Ricardo llegó cuando más lo necesitaron hombres y mujeres en formación de ciudadanía, cuando la patria se descocía como la bandera, abandonada a los azotes de apetitos insaciables, dedicados a hacerla instrumento de coerción y de fortunas obscenas y riquezas ilícitas; cuando los más pobres entre los pobres eran invisibles en una sociedad sin identificación con el otro, sin solidaridad con quien no tiene privilegios ni siquiera de ciudadano.

Hoy, frente a vergonzosos hechos que trascienden nuestras fronteras, engendrados de los mismos delitos personales y colectivos que enumera nuestro pasado, por hombres y mujeres a quienes le confiamos la administración del Estado y el buen prestigio de la Patria, podríamos pensar que Ricardo fracasó. Tampoco es cierto.

El clamor por justicia que hoy resuena en cada instante y en cada pecho nacional nace vibrante de su ejemplo y de sus enseñanzas de que el mañana es nuestro mientras hablemos sin temor y sin permitir que nadie apague nuestra voz.

Gracias Ricardo por entregar tu inteligencia, tus fuerzas y tu vida entera a la Patria que hoy te honra y te despide.

1 Comment

    • Guillermo Márquez Amado Reply

      15 febrero, 2017 at 4:33 pm

      Excelente Pedro. Ya me había comentado la propia Teresita.

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.