Uno de cada 3 niños hospitalizados por COVID-19 requieren manejo en unidades de cuidados intensivos en los EEUU.  De estos, 20% requieren ventilación asistida mediant respiradores mecánicos.  Esto indica que algo más que el 10% de los niños y adolescentes enfermos con COVID-19, enferman seriamente.  Una tercera parte desarrolla problemas relacionados con el corazón.

Las precondiciones crónicas o co-morbilidades médicas triplicaron el riesgo de enfermedad seria con COVID-19, y, entre los 2 y 11 años de edad, el riesgo de enfermedad severa fue 53% mayor que entre los niños de 12 a 18 años de edad.

El elemento más importante para disminuir la infección y los pobres resultados del manejo entre los pacientes pediátricos es disminuyendo el contagio comunitario y, esto se logra con probadas medidas de mitigación.

En EEUU, el año pasado, se registraron más de 2 millones de COVID-19 pediátrico entre los 30 millones de casos confirmados.  Como si los números no fueran suficientes, más de 40,000 norteamericanos han perdido un padre por COVID-19, esto es un niño huérfano de uno de los padres por cada 13 casos de COVID-19 en los EEUU.

Para los niños, los daños no solo son de enfermedad y muerte, sino que la escolaridad ha sido gravemente afectada.  En todo el mundo se ha calculado que 1,500 millones de estudiantes han dejado de atender las escuelas, en algún momento de la pandemia, desde hace un año.

Los niños no son el futuro de la patria, son el presente.  Nos toca protegerlos de forma integral: salud física, salud mental, educación y alimentación.  Donde hay menos equidad, hay más injusticias, alcemos nuestra voz y nuestro puño por los niños.  ¡A trabajar por ellos!