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Frente a toda condición con dolorosos y preocupantes resultados, ya sea cáncer, autismo, o, ahora, la infección por el coronavirus novel del 2019, la búsqueda de soluciones prontas, fácilmente cruza la línea de seguridad, no valora ni siquiera la eficacia, y, peor, convierte la consideración ética en una innecesaria.

 

El desconocimiento de aspectos importantes no es gratuito.  La conclusión apurada en base a una experiencia es impuntual.

 

Cuando el Dr. Anthony Faucci, respetado investigador e infectólogo norteamericano, se refiere al estudio que ha dado vueltas al mundo de manera vertiginosa, debido a los resultados revelados con el uso de hidroxicloroquina en pacientes infectados y enfermos con el Covid-19, como “anecdótico”, esta utilizando un adjetivo apropiado para referirse a aquello que no pasa por el estricto requisito de una investigación, que es su diseño y replicación.  Naturalmente que esto no lo entiende alguien quien no se dedica a investigación, no importa su capacidad de convocar[1].  Y, frente a poblaciones emocionalmente vulnerables, la convocación también es artificial.

 

Quiero señalar con claridad que el beneficio de la hidroxicloroquina en los pacientes enfermos con Covid-19 bien puede ser alentador y válido.  Pero es importante reconocer que aún no tenemos los instrumentos para certificarlo.  Eso no quiere decir, tampoco, que no lo usemos.  De hecho, aquí en Panamá se está usando cautelosamente desde hace varias semanas por conocimientos e indicaciones de médicos infectólogos. La cloroquina se usa en medicina desde los años de la década de 1940, como antimalárico, y muchos pacientes nacionales lo utilizan para sus enfermedades inmunes, como el lupus eritematoso y algunas otras enfermedades reumáticas, por ejemplo.  Los indígenas peruanos la usaban hace 400 años para curar la fiebre, usando la corteza de la planta Cinchona.  Es muy peligroso hacer política colgado de información de salud e higiene que ni se conoce ni se practica y por fuera de la literatura científica.

 

El informe o reporte del grupo de investigadores del Profesor Didier Raoult, en Francia[2], evalúa el papel de la hdroxicloroquina en la carga viral respiratoria en pacientes con el COVID-19.  Se incluyeron pacientes franceses con COVID-19 confirmado en los primeros 16 días del mes de marzo actual para que recibieran 600mg de hidrocloroquina diarimaente y se contabilizó la carga viral nasofaríngea cada día durante la estadía hospitalaria.  Según el informe, azitromicina se agregó “según la presentación clínica” de los pacientes.  Pacientes no tratados, de otro centro hospitalario, que rehusaron el protocolo de tratamiento fueron incluidos como controles negativos. El punto final del estudio se consideró el día 6.  Seis pacientes estuvieron asintomáticos, 22 tenían síntomas respiratorios del tracto superior y 8 del tracto inferior.  Veinte pacientes fueron tratados en este estudio que reveló una reducción significativa de la carga viral en el día 6 posterior a la inclusión y comparado con los controles.  Además, estos pacientes tratados tuvieron un menor tiempo promedio como portadores del virus.  La adición de la azitromicina al tratamiento con la hidroxicloroquina mostró una mejor eficiencia para la eliminación del virus.

 

No es cuestionable el número pequeño de pacientes de este informe, de diferentes grupos de edad, entre los 12 y arriba de los 65 años de edad, y sin una distribución aleatoria o al azar para recibir la o las medicinas, que es diseño importante para acreditar resultados de estudios.  Por eso, el adjetivo de “anecdótico”. Esto, sin embargo, no significa que no se le haya puesto atención y que obliga a que se utilice bajo un protocolo que proteja al paciente.  Particularmente cuando demostró una reducción significativa de la “carga” viral en los pacientes tratados.

 

Las dosis de la hidroxicloroquina tampoco se han establecido.  Desde 600mg 2 veces cada día hasta 400mg 2 veces al día por 6-10 días. Como es muy fácil colegir, (1) su evaluación no ha transcurrido por el rigor de estudios apropiadamente diseñados, controlados y al azar o doblemente ciegos; (2) los efectos adversos de cada uno de ellos y del uso combinado, van desde situaciones leves a serias, incluyendo mortalidad; (3) aún no están establecidas las dosis mínimas o máximas y la duración del tratamiento para el COVID-19; (4) esta terapia está en un estadio experimental y como tal debe manejarse; (5) a pesar de esta situación y la urgente necesidad de dar respuesta a los pacientes, su uso no solamente es alentador sino que debe favorecerse sin separarlo de la estricta vigilancia que su carácter experimental obliga.  Solo así estaremos honrando eficacia y seguridad, elementos necesarios en toda terapia.

 

Quiero señalar un par de otras cuestiones.  Este virus es altamente contagioso.  Su presentación clínica suele ser de leve o ninguna gravedad en un 80% de los pacientes. La mortalidad en China de 2.3% asociada con ella se encuentra entre el 20% de los pacientes con enfermedad severa y, puntualmente, en aquellos arriba de los 70 años, alrededor del 8% de ellos, y de un 14.8% entre aquellos mayores de los 80 años.  Pero, debido al hecho de que muchas infecciones por el COFID-19 pasan desapercibidas, las tasas de morbilidad y de mortalidad no pueden considerarse sino sobreestimadas.  Cifras de estas son todas temporales y dependen de otros muchos factores, entre ellos la respuesta social y cultural de las sociedades donde se presente.  25/03/2020

 

 

 

[1] Chris Baraniuk: Chloroquine for COVID-19: Cutting Through the Hype. TheScientist. March 20, 2020

[2] Gautret P, Lagier J-C, Parola P et al: Hydroxychloroquine and azithromycin as a treatment of COVID-19: results of an open-label non-randomized clinical trial. Internat J Antimicrob Agents 2020;in Press https://doi.org/10.1016/ j.ijantimicag.2020.105949

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